El ridículo puede ser un mecanismo
defensivo que preserve tu humanidad delante de los demás y te impida
caer en el asilvestramiento o en la degradación.
Darle excesiva importancia al ridículo
y temer demasiado caer en él no es bueno, pero la ausencia de
sentido del ridículo es una fuente inagotable de desgracias, para el
que la sufre y para los demás.
Es bueno y prudente preguntarse de vez
en cuando cómo andamos en este asunto.
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