El orgullo, la soberbia, los deseos
discriminatorios, la ausencia de respeto, la codicia, los intereses
particulares, todo lo que caracteriza a la derecha conservadora y
retrógrada degrada la política y la convierte en un negocio
público, más o menos disimulado, pero que todos podemos ver. El
problema de fondo no es tanto que la política sana y democrática
quede destrozada, sino que lo que queda hecha trizas es, una vez más,
la ética, que, se quiera o no, es el alma de la sociedad. Y, con la
ética, el ser humano.
Buenas noches.