7 de marzo de 2018
A quienes pensáis que la superioridad es mejor que la igualdad os digo que salgáis de ahí, que eso no es justo.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
7 de marzo de 2018
A quienes pensáis que la superioridad es mejor que la igualdad os digo que salgáis de ahí, que eso no es justo.
5 de marzo de 2016
Lo peor es el odio. El odio se expande como una mancha de aceite entre quienes son proclives a odiar. Hay personas muy débiles, con poco criterio, que en cuanto ven a alguien odiar, odian ellas también.
A diferencia del amor, que se extiende a duras penas, poco a poco y trabajosamente, el odio crece y crece con la rapidez de lo fácil y la seguridad de lo gratificante.
No, quizás lo peor no sea el odio, sino la predisposición a odiar. Quien odia no lo nota, pero desde fuera se ve a quien odia y cómo odia y cuánto odia. Tendríamos que dejar de odiar. Es el más egoísta de los vicios. Buenas noches. Besos y abrazos. Y, por favor, amor racional.
Comes en un lugar, pero posiblemente trabajes en otro, y duermas en otro diferente. Puede que tu familia esté repartida en varias ciudades, lo mismo que tus amigos.
En realidad, tu mundo abarca mucho más que el lugar en el que naciste o en el que tienes tu residencia. Tu mundo, nuestro mundo, no debería tener límites, porque la vida no los tiene, ni el ser humano, tampoco. Cuanto más reduzcamos los límites en los que nos movemos o entre los que concebimos la realidad, más pobre será nuestra vida. Me refiero no solo a los límites físicos, sino también a los mentales, a los ideológicos y a los que intentan cerrar nuestra manera de contemplar el mundo y de aceptar todo lo que es diferente de nosotros.
Somos seres que estamos siempre por hacer. El mundo está permanentemente por hacer. La vida está, por definición, por hacer. Si caemos en el tremendo error de pensar que hay algo que ya está hecho del todo, será porque la vejez, quizá algo prematura, nos ha dejado abierta la puerta de la infelicidad y, como ingenuos fracasados sin saberlo, hemos entrado por ella.
El ser humano es un eterno aspirante a ser ciudadano del mundo -no solo del pueblo ni solo de una nación-. Ninguna frontera, de ningún tipo, debe penetrar en nuestra mente. Cada día tenemos el compromiso vital de crecer en la consecución de esa ciudadanía, aunque estemos convencidos de que al final nos quedaremos en el camino.