El romanticismo fue un movimiento filosófico, literario y artístico que tuvo su auge en toda Europa en la primera mitad del siglo XIX. Reconocía esta corriente que el valor fundamental de la vida era el sentimiento, considerado como una fuerza infinita que podía dominar el mundo. El sentimiento era una actividad libre, sin que hubiera nada le pudiera poner límites, y se manifestaba básicamente en el arte y en la religión. Esta sobrevaloración del sentimiento iba en detrimento de la ciencia y, en general, de cualquier actividad racional.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
lunes, 15 de febrero de 2021
Dicho en el pasado. Romanticismo
Los lunes, músicas nuevas. Jon Batiste
domingo, 14 de febrero de 2021
Día de los enamorados
Si estar enamorado consiste en perder la cabeza, la racionalidad, por lo que se considera el amor que se siente por una persona, en dejarse llevar exclusivamente por un irresistible sentimiento absorbente, en no ser dueño de nuestra voluntad, de manera que hacemos hasta lo que no queremos hacer y en “que se me paren los pulsos si te dejo de querer”, entonces no me siento enamorado, ni quiero estarlo.
Si estar enamorado es vivir de tal manera que nuestra voluntad -nuestros deseos, nuestra capacidad de decir sí o no- esté controlada por la generosidad sensata de la razón, en hacer lo que parezca acertado para las dos personas que se aman, en que un placer inmediato no nos haga daño a medio o a largo plazo, en no dejarse arrastrar por las hormonas que nos impiden ver lo que realmente está ocurriendo, en intentar cada día mejorar el conocimiento que tenemos de la persona amada y en perfeccionar un plan racional para hacerla cada día más feliz en todos los aspectos posibles, entonces sí estoy enamorado y doy gracias por estarlo.
No podemos confundir ni los restos del nefasto romanticismo que aún quedan, con todo el sufrimiento y el mal que generan, ni las fiestas comerciales, que solo aspiran a sacarnos los dineros, con la vivencia del amor creativo entre dos personas.
sábado, 13 de febrero de 2021
Xenófobos
Odian a los extranjeros. No los pueden ver. No dicen que odian particularmente a los extranjeros pobres, a quienes explotan con más facilidad y con mayor crueldad, pero lo sienten así. Exaltan lo nacional, el producto nacional, la fabricación nacional. Y, sin embargo, se toman un kiwi traído de Nueva Zelanda, un café de Brasil o de Colombia, montan en un coche alemán, se ponen una vacuna fabricada en Bégica, consumen electricidad traída de Francia, les gusta la música compuesta en cualquier país del mundo, usan un televisor coreano, un teléfono móvil hecho en Indonesia, Brasil o Vietnam, con materiales traídos del Congo y componentes chinos, se visten con un cálido jersey de cachemire tejido en Nepal, unos vaqueros hechos con algodón americano tejido en Asia y fabricados en China, Bangladesh, India o Pakistan, calzan unos zapatos hechos en cualquier lugar de Asia o en México y se quitan el frío con un plumas italiano. Si les gustara leer, gozarían con la literatura escrita en cualquier país del mundo. Y cuando les place, se toman un soberbio whisky escocés. Pero lo único importante es lo español. Los extranjeros, los diferentes, que se vayan a su país. Así de racionales y de coherentes son.