sábado, 13 de febrero de 2021

Xenófobos



 Odian a los extranjeros. No los pueden ver. No dicen que odian particularmente a los extranjeros pobres, a quienes explotan con más facilidad y con mayor crueldad, pero lo sienten así. Exaltan lo nacional, el producto nacional, la fabricación nacional. Y, sin embargo, se toman un kiwi traído de Nueva Zelanda, un café de Brasil o de Colombia, montan en un coche alemán, se ponen una vacuna fabricada en Bégica, consumen electricidad traída de Francia, les gusta la música compuesta en cualquier país del mundo, usan un televisor coreano, un teléfono móvil hecho en Indonesia, Brasil o Vietnam, con materiales traídos del Congo y componentes chinos, se visten con un cálido jersey de cachemire tejido en Nepal, unos vaqueros hechos con algodón americano tejido en Asia y fabricados en China, Bangladesh, India o Pakistan, calzan unos zapatos hechos en cualquier lugar de Asia o en México y se quitan el frío con un plumas italiano. Si les gustara leer, gozarían con la literatura escrita en cualquier país del mundo. Y cuando les place, se toman un soberbio whisky escocés. Pero lo único importante es lo español. Los extranjeros, los diferentes, que se vayan a su país. Así de racionales y de coherentes son.

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