miércoles, 8 de febrero de 2012

Las diferencias



Los más débiles suelen considerar a quienes son diferentes a ellos como amenazas. Por eso reaccionan discriminando a los de otras razas, a los de otras culturas, a los de otro sexo, a los de otras orientaciones sexuales, a cualquiera que muestre algo distinto a su propia simpleza. Y por eso, también, intentan defenderse recurriendo a la fuerza bruta, al grito, al todo vale, al amiguismo, al pequeño grupo afín a su debilidad, a las religiones que les prometen premios ultramundanos, muy ultramundanos. Huyen del principio de igualdad (todos diferentes, pero iguales en derechos) como de la peste. Como no son capaces de ser y de destacar por sí mismos, se dedican a intentar anular a los otros para así poder sobresalir. Todo esto ocurre cuando el ser humano deja de ser humano.

Notas.
  1. Discriminar es tratar de forma distinta a los que son iguales.
  2. Uso el concepto de 'raza' para que se entienda la referencia al racismo, uno de los ejemplos típicos de discriminación, pero hoy nadie admite científicamente tal concepto. Las diferencias físicas del estilo del color de la piel, la forma de los ojos o similares son genéticamente, insignificantes. Puede haber, de hecho, más diferencias relevantes entre dos personas con el mismo color de piel que entre otras de colores diferentes.

martes, 7 de febrero de 2012

Se están riendo de ti



Hace algo más de un año fui a comer con una persona a un restaurante de Madrid cercano al Congreso de los Diputados. El comedor era un salón largo, en el que cabrían unas seis o siete filas de mesas entre la entrada y el fondo. Nosotros nos pusimos en la primera fila, cerca de la puerta de entrada. En el fondo, en la última mesa, estaba el hoy ministro Montoro junto con tres o cuatro personas más. No había muchos comensales aquel día, pero me fue muy difícil mantener una conversación normal con mi acompañante por la cantidad de risotadas estentóreas que procedían de la mesa del señor Montoro y acompañantes. No comimos mal, pero fue una estancia desagradable por el clima de ordinariez, de falta de respeto y de ruido caprichoso creado por estos señores. Digamos que la impresión que teníamos allí es que estos señores iban a lo suyo, a hacer lo que les salía de sus adentros y que las posibles molestias a los demás les traían al fresco.

Hoy, viendo lo que el Ministerio de Educación ha hecho, con una chulería impresentable, con los temarios de las oposiciones, oyendo los proyectos del ministro Gallardón y sufriendo el estilo de gobierno del PP, me ha venido a la mente el episodio del restaurante. Los ciudadanos les importamos muy poco. Van a lo suyo y se ríen, pero de nosotros, ante la pasividad de los espectadores, que parece que no se enteran de nada. La única esperanza es que la rabia parece que va creciendo un poco.


Pobres hijos



Los padres no los educan. No saben qué decirles ni qué hacer con ellos. Les dan de comer. Si pueden, les ponen la tele delante y, si es posible, el ordenador, y ahí acaba su labor. Para el resto dicen que está la escuela. Y la escuela educa, claro, pero no puede crear buenos hábitos, no puede sustituir a los padres. Además, el PP procura que los asuntos morales y éticos no se den en la escuela. A lo sumo, que les den normas que tengan que obedecer sin saber por qué y sin entender nada de lo que deban ser sus comportamientos. Sobre todo, que no piensen, que no razonen, que no adquieran capacidad crítica, que no descubran nunca en qué consiste ser un ciudadano, un ser humano en la ciudad.

lunes, 6 de febrero de 2012

Vergüenza



Sentir vergüenza significa ser consciente de que uno va a ser juzgado negativamente por alguna acción que va a llevar o ha llevado a cabo, y que ese juicio va a producir en la propia persona un descenso tanto en la autoestima como en la consideración que de uno puedan tener los demás.

El juicio que tememos cuando sentimos vergüenza puede ser emitido por los demás o por uno mismo. En el primer caso, lo que nos puede frenar en nuestra actuación es la opinión contraria que se puede producir en los demás con respecto a nosotros a causa de nuestros actos. En el segundo caso, el juicio lo emitimos nosotros mismos basándonos en nuestras ideas morales. Cuando uno considera que una acción no es buena y que, por tanto, no debe realizarse, siente vergüenza no sólo si la lleva a cabo, sino también, incluso, con sólo pensarla.

Cuando alguien no suele sentir vergüenza ni por lo que puedan pensar los demás de él ni por lo que pueda juzgar de sí mismo, decimos de esa persona que es un sinvergüenza. Dicho con otras palabras. A un sinvergüenza le da igual lo que puedan pensar de él los demás, y sus criterios morales, si es que los tiene, no le impiden llevar a cabo cualquier acción.

El mundo actual del 'todo vale' se caracteriza, a mi juicio, por la proliferación de sinvergüenzas, de gentes que van a lo suyo con descaro, sin importarles ni su honra ni su fama ni su ética, echando mano de todo el cinismo del que son capaces o de lo que les haga falta. Con todo ello provocan la más triste de todas las vergüenzas: la vergüenza ajena.

viernes, 3 de febrero de 2012

El ultra Gallardón quiere progresar



De nuevo hay que entender al revés lo que dice alguien del PP. Ahora, para confundir a la gente poco avisada y muy dada a tragar cualquier cosa, el nuevo ministro de Justicia, el ultraderechista Gallardón, un ser que, por sus gestos, parece que necesita el poder para vivir, ha dicho que su reforma de la ley del aborto será lo más progresista que haya hecho en su vida política. Po supuesto, aplicando el principio de interpretación de lo que digan estos aficionados a la política del partido popular, tales palabras hay que entenderlas como que será lo más retrógrado, el mayor atentado a las mujeres, lo más alejado a las políticas europeas y lo más absurdo que haya podido hacer.

El ultraderechista Gallardón, cuando le interesa, tiene un concepto vegetativo de la vida (todo lo que se mueve está vivo, como los fetos o las acelgas), no tiene en cuenta a los seres humanos ya vivos y existentes y que viven en malas condiciones y se propone legislar sobre fetos antes que sobre personas vivas que sufren, al final de sus vidas reales, sin ninguna esperanza y que no pueden terminar con su dolor porque el ultraderechista Gallardón y sus secuaces no se preocupan por este asunto.

El ultraderechista Gallardón está más pendiente de ganarse a la Iglesia Católica, un poder fáctico de nuevo cada día mayor, y al sector más cerrado y reaccionario de su partido, que de hacer la justicia que le debería pedir su cargo. Sus intereses personales de cara al futuro están por encima de todo.


jueves, 2 de febrero de 2012

Ignorancia e interés



La derecha se ha caracterizado siempre por no tener suficiente información fiable y por tener un interés particular excesivo en los asuntos importantes de la sociedad. La izquierda, en cambio, suele poseer más información y más deseo de tenerla y su interés es más general, más de todos los ciudadanos.

Hoy el ciudadano Wert, a la sazón ministro de Educación, Cultura y Deportes -nada menos- ha mostrado con una simpleza brutal que es de derechas y que, a pesar de no tener información fiable y de perseguir intereses particulares de su partido, no tiene obstáculo en ser ministro ni en gestionar áreas tan cruciales para los ciudadanos del país como los que maneja.

Creo que ya todo el mundo se ha enterado de su impresentable argumento para eliminar la asignatura de Educación para la Ciudadanía. Hay libros, según su pensamiento, que dicen cosas inconvenientes y, por lo tanto, hay que eliminar la asignatura. El disparate es mayúsculo, pero se convierte en ridículo cuando, además, se comprueba que esos libros citados ni son de texto, ni tienen que ver con la asignatura que se imparte en los Centros ni cosa por el estilo. Son libros que han sido usados por la prensa afín patra intoxicar la opinión pública y que este señor, sin ideas ni intenciones sanas, ha usado en beneficio, no de los ciudadanos, sino de su partido.

Una vergüenza, señor Wert.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Esquinas



La vida tiene innumerables esquinas. A la vuelta de cada una de ellas, es posible que encuentres la sorpresa, el cambio del viento, la presencia insospechada, la novedad deseada. La vida es siempre algo más que lo que crees que es. Tú tienes capacidades en ti de las que no eres consciente, y salen a la luz cuando menos te lo esperas. Muchísimas veces, la preocupación tiñe de inutilidad y de tristeza la ocupación. Tú eres tu peor enemigo. Tu visión del mundo, en algunos momentos, es la más equivocada. Hay que descansar, preguntar, relajarse, cansarse, desarrollar actividades creativas, leer con pasión, contemplar la naturaleza. Todo menos dejarse arrastrar por el negro momento en el que te crees que vales poco y en el que te parece que el mundo nunca se va a arreglar. Hay que darle la vuelta a las esquinas.

martes, 31 de enero de 2012

La selva y el mundo.



Para mi amiga P.

La elegancia es un arte, una creación humana, una invención vital personal. La elegancia tiene sentido en el mundo, no en la selva. Ni el fuerte ni el débil entienden la elegancia. Para ser elegante hace falta toda una vida o, quizás, más, pero en todo ese tiempo puede que sea imposible que otros comprendan en qué puede consistir la elegancia. La elegancia no busca vencer, sino sólo ser de una determinada manera. En la selva esta actitud se desprecia. En la selva sólo valen los bíceps masculinos y las formas femeninas. En la selva domina el vacío, que lo llena todo. En el mundo domina el deseo y el intento de llenarlo todo de humanidad. El mundo hay que construirlo despacio, con la firmeza suave de los argumentos y sin la fuerza bruta de la desigualdad, de la discriminación. No hay que perder la calma, porque eso es volver a la selva. De la misma manera que no le ocurriría a nadie hacer la guerra en el mundo, tampoco se puede ir a la selva a convencer a sus habitantes. Se trata de ser y de dejarse ver. El árbol ya crecerá cuando le llegue su momento. La elegancia no es compatible ni con la fuerza ni con la velocidad. Cualquier parte de la realidad es una selva sobre la que llueven gotas de mundo.