El tipo tan delicado, simpático y elegante que me vende cada día el periódico me volvió a despedir el otro día con ese gruñido contemporáneo que distingue a los seres antropomorfos y que suena “vengaaaaa”.
En medio del frío y de las nubes de un lamentable día de otoño en primavera, un tipo asqueroso me ha obsequiado al pasar a su altura con unas toses emitidas asquerosamente sin taparse la boca, con lo que me he visto obligado a esquivar sus efluvios, como si tuviera que evitar el impacto de una bofetada en la cara.
He subido al autobús y había tal algarabía allí dentro que parecía más bien un mercado en horas punta. No pude leer el periódico a gusto.
Me he sentado a escribir este texto en el aula en la que nos permiten estar a los profesores de apoyo en las PAU y he tenido que defenderme de uno de ellos, que estaba absolutamente desocupado y que se ha dedicado a pasear observando lo que hacía cada cual, como si se tratase de vigilar un examen.
Me he traído el paraguas y está empezando a salir el sol.
Es uno de estos días en los que hay que reaccionar ante las circunstancias y buscar energías positivas en algún lugar en el que puedan estar escondidas y procurar vivir con buen ánimo, aprovechando lo mejor posible las veinticuatro horas que nos depara este día.