Hemos vivido estos días un caso muy
llamativo y que tiene un tratamiento ético un tanto complejo. Me
refiero al asalto de unos supermercados por unas personas que
necesitaban alimentos para comer.
Como en todos los casos, antes de
juzgar lo ocurrido hay que procurar conocer todas las circunstancias
que se dan, para evitar hacer un juicio sin sentido o meter la pata
creyendo que se juzga una cosa, cuando en realidad ha sucedido otra.
Me arriesgo a pronunciarme en este
caso, puesto que algunas personas cercanas a mí han iniciado una
cierta polémica. Me ofrezco a intervenir en ella con la única y humilde intención de dar mi opinión razonada y sin la pretensión de que
esta sea la única posible, ni la más acertada ni la definitiva.
Lo primero que se me ocurre es que el
del asalto no me parece un método que pueda considerarse normal o
habitual de conseguir ni alimentos ni nada. Los criterios sobre los
que está montada esta sociedad no incluyen los asaltos y si se
generalizaran, la convivencia duraría dos días. De momento, vivimos
en una sociedad de mercado y no debemos saltarnos las reglas. Otra
cosa será cuando cambie la sociedad, si es que cambia.
El asalto que hemos conocido lo han
realizado una vez y además –y esto es muy importante, creo yo-,
para comer o para dar de comer a gente que lo necesitaba. Cualquiera
que conozca las cifras de paro en nuestro país sabrá que hay gente
que está pasando hambre y que hay familias que no tienen ningún
ingreso. Es posible que el drama real por el que están pasando
muchos españoles no sea conocido de verdad por todos y, a veces, ni
sospechado. No se puede analizar en frío y sin considerar las
circunstancias ningún hecho. No es lo mismo que un jovencito robe un
móvil porque “siente la necesidad” de tenerlo, o que robe algo
porque no tiene para comer. Son cosas bien distintas.
Por otra parte, en nuestra misma
sociedad se están dando comportamientos que resultan hirientes desde
el punto de vista de la igualdad, de la justicia y hasta de la ley.
Hay quienes, en nombre del derecho a la propiedad, no tienen piedad
con los pobres y les quitan la casa que procuraron que comprara y
convierten a toda la familia en deudores de por vida. Hay quienes han
engañado a pobres gentes sin conocimientos y se han quedado con su
dinero – preferentes, etc.-, lo cual es también una forma de
robar. Nadie persigue a estos ladrones, que siguen en sus puestos,
con sus mismas intenciones y dispuestos a seguir la estrategia en
cuanto puedan.
En cambio, cuando unos pobres sin
recursos se llevan unos carros de alimentos para comer, nos llevamos
las manos a la cabeza porque el acto tiene el aspecto de un robo
vulgar, tradicional, y no juzgamos con la misma dureza a los
engañadores de ignorantes, de los que se han aprovechado sin
misericordia y a los que intentan sacarles hasta el último céntimo
que puedan tener. Estos también son robos, pero parece que no nos
alarman tanto.
Yo creo que no se pueden mantener
posturas ni simples ni absolutas a la hora de juzgar los actos
sociales, porque entonces corremos el riesgo de caer en los injustos
fundamentalismos que comprendemos muy bien cuando ocurren en culturas
distintas a la nuestra. Por el contrario, me parece que hay que
atender a muchas circunstancias antes de pronunciarse ante estos
fenómenos y hacerlo con mucho cuidado.
Por lo que yo sé, entiendo que este
hecho, como fenómeno puntual y como mecanismo de defensa de personas
a las que la sociedad no le da otra oportunidad de sobrevivir, no es
más condenable que los que he relatado arriba y muchos otros que
desgraciadamente se dan en nuestra sociedad. Por tanto, yo comprendo
y admito con más facilidad que un pobre robe para comer que el que
un rico robe por avaricia. Otra cosa sería que, por ejemplo, se
dedicaran a la reventa o que los asaltantes no tuvieran necesidad de
lo que se han llevado. Pero no parece que el caso que nos ocupa sea
de estos últimos.
Me resulta curioso también que no
hayamos reaccionado en contra de la sociedad que permite que se den
estos casos de indigencia y de necesidad. Me estoy refiriendo
fundamentalmente a todos los gobiernos implicados en esta crisis
económica, para los que parece que sólo existen la macroeconomía,
los mercados, y las cifras. Las personas parece que han quedado
reducidas a meros consumidores, más o menos decaídos, y que han
perdido su condición de seres humanos. Este detalle me produce
bastante asco en sí, y bastante pena por la insensibilidad de una
sociedad que no se sabe muy bien hacia dónde mira.
Y, por último, tampoco entiendo la
actitud del supermercado asaltado. Tanto por razones morales como de
estrategia comercial, creo que deberían haberse callado o, incluso,
haber hecho una donación al pueblo, lo cual le hubiera hecho una
propaganda impagable entre los ciudadanos. Sin embargo, han optado,
muy torpemente, me parece, por la denuncia. Sospecho que les habrán
forzado a hacerlo, aunque cualquiera sabe.
En todo caso, el suceso ha sido una
gran llamada de atención a la sociedad para que puedan ver que les
pagamos a unos gobernantes para que gestionen bien el Estado y para
que cuiden de sus ciudadanos, no para que los dejen vivir
insensiblemente en condiciones infrahumanas. Nada de esto parece que
están haciendo ni los del Estado español ni los de Europa. Debe ser
consecuencia, quizás, de la ideología que profesan que les lleva a
actuar así.
Muy bien, puntualizando muy bien. Pero yo quiero abundar en lo bochornoso y vomitivo que es este orden social, hipócrita y salvaje, que reclama la LEY, la LEY cuando se cuestiona a los de arriba, cuando se trata de los de arriba dicen BUENO,YA VEREMOS... Corruptos, defraudadores, Alfredo Sáenz indultado... y ahora dicen A POR ELLOS, PERO ESTO QUÉ VA A SER...
ResponderEliminar¿Qué respeto merece una ley que consagra los desahucios, las subastas de pisos, la miseria, la desigualdad? Es la ley de la BANCA que lo quiere todo. Se amparan en que el pueblo por apático no les amenace con la ley de la SELVA. ¿La REVOLUCIÓN es inmoral? Porque la ley de la BANCA sí es inmoral. (Y además se carga el medio ambiente).