No es que intente exagerar, pero me siento lleno de energía. Hasta ahora esa energía la volcaba en las clases. Siempre he creído que las clases deben ser creativas, todo lo creativas que la materia, los alumnos y las circunstancias lo permitan, porque lo que realmente hace atractiva la vida es la creatividad. La rutina está cercana a la muerte, a la nada, a la autodestrucción. La creatividad te hace vivir con ilusión, te acerca a la alegría, te relaja y, a la vez, te llena el ánimo de ganas de vivir.
Ahora sigo teniendo la misma energía, demasiada, según mi amiga M., pero no tengo las clases para darle salida. Por eso agradezco enormemente a todos aquellos que, aun sin saberlo, me ayudan a sacar fuera mi potencial. Les debo mucho a los amigos y amigas de la EFTI, tan buenos, tan vivos, que me ayudan a crecer y me motivan en la creación. También les debo a quienes me piden colaboración, aunque no siempre pueda corresponderles. Y a todos los que cuentan conmigo, mi agradecimiento.
Vivir es estar construyendo siempre otro yo nuevo.
La creatividad es sinónimo de vitalidad. Una vida, desde su comienzo hasta su final es una sucesión continua de decisiones que te obligan a tomar diferentes caminos, sean estos equivocados o no. Lo cierto es que la imaginación juega un papel predominante en estas disyuntivas, hasta el punto de que el riesgo puede ser altamente peligroso dependiendo del caprichoso magín. Pero lo que no cabe duda, es que, sin este importante aditamento de la creatividad, no seríamos libres, y estaríamos haciéndole la competencia a otro ser vivo, vecino y compañero en el mundo, el vegetal.
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