miércoles, 9 de noviembre de 2011

Todo vale, hasta la desvergüenza



No sé cómo explicarme algunas cosas que están ocurriendo. En Twitter, por ejemplo, un tipo ha salido defendiendo que Rajoy no saque a la luz su programa porque “todos sabemos que va a llevar a cabo medidas impopulares que todavía no puede decir, pero el fin justifica los medios”. Y se queda tan ancho después de admitir la jugada antidemocrática y de cerrarla con el impagable “el fin justifica los medios”. La ética está por los suelos y no sé cuánto tardaremos en darmnos cuenta de que juno de los orígenes de la situación actual está ahí.

Casi a la vez, una señora del PP, Francisca Pol, candidata suplente a las listas del Senado por Mallorca, ha tenido la estúpida ocurrencia de trucar una foto en la que aparecía la ministra Chacón con varios militares, haciéndola aparecer con la camisa abierta y dejando a la vista uno de sus pechos. Que a un ser adulto, dedicado a la política y candidato en unas elecciones, se le ocurra esto es para echarse a temblar. ¿Crees, lector, que, después de todo, le ha pedido disculpas a la ministra? Pues no. Al dimitir ha manifestado que no ha querido ofender “ni a la sociedad ni al partido socialista”. ¿Cómo es posible un comportamiento tan zafio, tan maleducado, tan grosero en un personaje público? ¿Cómo no ha crecido Rajoy cesando fulminantemente a un personaje tan poco presentable como este?

El mismo día, el alcalde de Madrid, del PP, tiene que prescindir de Fernando Autrán, coordinador del área de transportes del Ayuntamiento madrileño porque, se supone que como pasatiempo o porque no tenía nada mejor que hacer, se dedicó en Twitter a comentar el culo de alguna ministra y a hacer comentarios soeces y misóginos sobre todo lo que se le ocurría.

Aterra ver la naturalidad, la frecuencia y el poco correctivo que se le aplica a estos comportamientos públicos, sobe todo, teniendo en cuenta que pueden convertirse en modelos de comportamiento para las personas menos formadas, que copian y reproducen lo que ven, sin pararse a criticarlo porque su escasa educación les impide, precisamente, tener ningún criterio.

Es parece ser el objetivo: crear ciudadanos burdos, brutos, sin educación y sin ética, a los que no se les ocurrirá ni por asomo ser de izquierdas mientras permanezcan en su estado de escaso desarrollo humano. Es la ideología que enlaza con el neoliberalismo salvaje que nos traen, que, en nombre de su peculiar sentido de la libertad, permite hacer todo lo que a cada uno le dé la gana. Este es el país que se va haciendo ante nuestros ojos sin que se nos ocurra rechistar.

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