Sentado frente a ella, le sonreí y le
dije:
-Te quiero.
Ella esbozó una sonrisa, frunció
levemente el ceño, torció un poco la cara, como para verme mejor, y
me contesto:
-Y eso ¿qué quiere decir?
-Quiere decir que quiero estar en la
vida contigo. No te estoy pidiendo que convivamos ni que formemos
pareja. Te estoy diciendo que puedes contar conmigo. Te estoy
pidiendo si puedo contar contigo. Te estoy invitando a que esto tan
corto que es la vida lo vivamos en el mismo mundo, con todas las
personas a las que tú quieres y todas aquellas a las que yo quiero.
Te estoy mostrando que no me eres ajena, que me importas.
Ella me escuchaba mirándome a los ojos
fijamente. Durante un momento bajó la mirada y luego, esbozó una
sonrisa, volvió a mirarme a los ojos, acercó su cara a la mía y
durante una brevísima eternidad me dio un beso en los labios. Volvió
a sentarse enseguida, cruzó los brazos sobre la mesa y me dijo:
-Pero ¿por qué? ¿por qué quieres
quererme?
-Pues no lo sé. Nunca me pregunto por
qué sale el sol cada día. El día que no salga me llamará la
atención y pensaré que algo raro pasa. Lo normal es querer a las
personas, a todo el mundo, sobre todo, a los amigos, que son también
compañeros de viaje en la vida. Creo que merece la pena quererte,
ayudarte a vivir, en la medida de mis posibilidades, y ya está.
Ella se quedó un rato pensativa, con
la mirada un poco perdida. Luego, volvió en sí desde sus
pensamientos, me miró, volvió a sonreír levemente, acercó de
nuevo su cara a la mía, me besó otra vez en los labios y se sentó
suavemente. Se llevó las manos a la cara, apuntando con sus dedos
índice hacia sus lacrimales. Después cruzó los brazos sobre la mesa,
me dedicó una sonrisa un tanto más profunda que las anteriores y me
dijo:
-Sí. Yo también te quiero a ti.
Buenas noches.