Hubo un momento en el que a alguien se
le ocurrió creer en lugar de saber. Se comenzó entonces a sustituir
el conocimiento científico comprobable y demostrable por la
aceptación de algo ajeno a la ciencia, pero que se consideraba una
verdad superior a cualquiera de las científicas. La fe se situó
entonces por encima de la razón.
Tan fuertes eran las emociones que
producían estas creencias, que empezaron a considerar que debían
ser aceptadas por todos los seres humanos, aunque ninguno de estos
hubiera tenido experiencia alguna que justificara esa extraña
maniobra mental.
Estas creencias ajenas a la razón se
fueron considerando poco a poco como ideas que debían traducirse en
hechos sociales que todos debían asumir. Se intentó así crear una
sociedad basada no en la razón, sino en la fe; no en la ciencia,
sino en la religión; ni siquiera en una hipotética religión
universal, sino en la religión de unos pocos.
Algunos de estos creyentes eran ricos y
no tuvieron inconveniente en usar sus creencias para obtener
beneficios económicos. Intentaron así alcanzar el poder para desde
él dominar las conciencias de la gente, especialmente las de los
menos ilustrados, de los más débiles y de los más miedosos,
mientras ellos adaptaban la sociedad a sus intereses. Para preservar
sus creencias, fueron poco a poco eliminando el conocimiento, la
crítica, la racionalidad, la ciencia.
Cuando, en un momento de iluminación,
la sociedad quiso despertar, no supo cómo hacerlo. Algunos,
entonces, recurrieron a la violencia. Buenas noches.