Tengo amigos y amigas en el mundo de las
religiones. Son personas valiosísimas, que luchan por los seres
humanos, por los hombres y por las mujeres, con un ímpetu grande y
admirable, dejándose la vida en ello. Pero las religiones, desde mi
punto de vista, llevan en su misma esencia el gen de la exclusividad,
de lo absoluto, de lo irracional, de lo imponible a todos. Y eso no
se puede admitir en una sociedad civil democrática. Hoy ha sido lo
de París, ayer y anteayer fueron otros episodios parecidos, de la
mano de gentes ignorantes, tercas, fuera de la racionalidad. En
nuestro mundo, aparentemente civilizado y culto, se dan episodios que
no son tan llamativos, pero que, a través de la educación y de las
costumbres, van haciendo un daño atroz a los seres humanos. Respeto
la postura de todos. Respeto la postura de quienes se sienten
necesitados del auxilio de un ser superior que les ayude a vivir.
Pero lo frecuente es que de ahí a intentar imponer las creencias
propias a todos, a través de la educación, de la propaganda o,
descaradamente, del poder, va un trecho muy pequeño. Quiero una
sociedad laica. Para crear un mundo mejor basta la ética racional.
Si alguien quiere religiones, que las profese en su intimidad y que
se olvide de los demás. Ya está bien de hacer daño en nombre de
los dioses. Las religiones no son necesarias.