En Ética hay una norma, que a mí me
parece muy válida, que dice que una acción será buena si la
intención con la que se hace puede llegar a convertirse en la
intención de todos. Por ejemplo, yo respeto escrupulosamente a las
mujeres porque mi intención es que se haga real la igualdad entre
todas las personas con independencia de su sexo, que no haya
discriminaciones. Este deseo de igualdad, que es lo que me mueve a mí
a actuar, ¿sería bueno que se convirtiera en la intención de
cualquier persona? Si la respuesta es que sí, como parece que es el
caso, esa acción de respetar a las mujeres será una acción
éticamente buena.
Apliquemos este principio ético al
señor presidente del Tribunal Constitucional del Reino de España.
Es sabido -ahora- que militó en el PP, que participó en la FAES de
Aznar y que ha expresado sus propias opiniones contra Cataluña o
contra lo catalán. ¿Cuál es la intención del señor presidente?
Parece que es la de seguir siendo presidente, a pesar de su cercana
militancia en un partido político, casualmente, el del Gobierno. Nos
podemos preguntar qué pasaría si todos los miembros del citado
Tribunal fueran antiguos militantes del mismo partido y quisieran
seguir participando en el mismo. ¿Sería bueno que el Tribunal
Constitucional estuviera formado de esa manera y que fueran señores
así los que dilucidaran las discrepancias ideológicas de
interpretación de las leyes que se originaran en el país? Parece
evidente que no. Pues si esa intención no es generalizable, el
presidente del Tribunal Constitucional no tiene justificado que
quiera hacer él lo que los demás no deberían poder hacer. En mi
opinión, debería dejar el cargo, no por motivos legales, sino
éticos.
Creo que este es el planteamiento
correcto del problema. Pero se trata de un problema que afecta a
España: se ha perdido la noción de ética, no sólo entre buena
parte de la población, sino en muchos miembros de la clase dirigente
política, económica y judicial. Este es el desastre humano en el
que nos hemos metido por no saber distinguir con claridad al bruto
del menos bruto o del que no lo es, y por haber prescindido de una
correcta formación ética y humana de amplias capas de la población,
tanto de dirigentes como de ciudadanos de a pie. Muchos han acabado
por aceptar fácilmente que todo vale, lo cual es el mejor método
para que, en poco tiempo, todo termine valiendo nada. Buenas noches.