Si te vas a la guerra con las gafas de cerca, es posible que confundas al adversario con el amigo que crees que se ha equivocado. Intentarás, entonces, acabar con él, porque a la guerra se va a acabar con el otro.
Pero si te vas con las gafas de lejos, además de ver al amigo equivocado, tendrás en cuenta también las consecuencias de su derrota y entonces es posible que comprendas que tu victoria a quien realmente beneficia es al tercero, al verdadero adversario, a tu adversario y al que lo es también de aquél a quien has derrotado. Quizás te des cuenta de que es a él a quien le has hecho el juego y con el que has colaborado en la lucha, aunque no te hayas dado cuenta. Hay veces que por no mancharse uno los zapatos de agua, camina por el fango que hay alrededor del charco y terminas ensuciándote más.