En la Edad Media, una mujer tenía dos opciones en la vida: o casarse –normalmente, en contra de su voluntad- y parir, con una alta probabilidad de morir en el proceso, o bien hacerse monja. Es fácil, pues, imaginar, que los conventos medievales estuvieran poblados por innumerables mujeres inteligentes, cultas e independientes. De hecho, esas mujeres que buscaron en los conventos un espacio de libertad, consiguieron convertirlos en lugares de aprendizaje, de arte y de vida...
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