La música atrae los cuerpos, los hace vibrar al unísono y logra que las mentes jueguen a un mismo juego, a la vez creativo y muy reglado. La música es siempre superior a nosotros porque es la expresión más viva y simbólica de la vida. Dejarse llevar por la música es como cuando te entregas en los brazos de un amigo en quien confías. Aprender a bailar con una persona es invitarla a vivir unas experiencias únicas, irrepetibles, llenas de detalles mutuos que engrandecen el momento, que hacen pasear a los bailarines por un jardín tapizado de lo más bonito de la naturaleza. Bailar al compás de una música es llevar a la otra persona sin que se note que está siendo llevada y es dejarse llevar en la confianza de que se va a crear algo de belleza. La música nos hace bailar y nos sumerge en un mundo que no es del todo de este mundo.
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