No sé si habrás observado que en las
reflexiones que venimos haciendo sobre las diferentes normas que
vamos proponiendo, solemos argumentar usando expresiones tales como
'yo creo que …', 'a mí me parece …' o similares.
Considero que es importante parar un
poco para explicar este asunto.
Las normas morales no son, en
principio, universales, esto es, que no tienen por qué ser aceptadas y cumplidas por todo el mundo, sino que es posible que lo que yo
considere que es una norma moral tú no lo consideres como tal.
Una norma moral no es un capricho de
nadie, ni mío ni tuyo. Es una forma de actuación que -y esto es lo
importante- debe ser razonable para quien actúa. Si yo voy a hacer
algo, debo ser yo quien me lo justifique con razones, con argumentos,
pero puede que a ti estos argumentos no te valgan, y estás en tu
derecho. Por ejemplo, podría darse el caso de que para mí fuera
aceptable y razonable ir al Museo del Prado vestido con un chándal y
que para ti no lo fuera, porque lo consideraras una falta de respeto.
O viceversa. Las normas morales, son por tanto, subjetivas, pero
tienen también que ser argumentadas racionalmente por cada uno. No
vale refugiarse en la subjetividad para que cada uno haga lo que le
dé la gana.
No hay que olvidar, sin embargo, que
tampoco somos tan distintos y que aunque la razón siempre funciona
ligada a un contexto, lo habitual es que razonemos de manera muy
parecida, que nos basemos en valores muy similares y que, en
condiciones normales, pensemos que son buenas las mismas normas. Lo
cual no implica que, en nombre de la moral, podamos imponer a una
persona ninguna norma, si ésta no está convencida de que tal norma
es buena.
Las normas que nos damos marcan nuestra
forma de vida y esto es algo que debemos plantearnos personalmente
cada uno, sin perder de vista que somos seres que vivimos con los
demás en un mundo. Y esto también cuenta y mucho.
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