martes, 11 de febrero de 2014

Lo que veo cuando miro. Entender o creer




Entender es explicarse algo con argumentos racionales, coherentes, sin que contengan contradicciones con lo que ya se entiende y que puedan ser comprobables o aceptables, mientras no se demuestre que no se pueden aceptar. Que la lluvia, tomémosla como ejemplo, aparece cuando se dan determinadas condiciones de humedad, presión y temperatura lo puede entender cualquiera que esté convenientemente informado.

Creer algo es aceptarlo sin argumentos racionales, basándose en la supuesta autoridad de quien lo dice o en el interés que pueda tener el creyente en aceptar eso que considera una verdad. Consideremos como ejemplo de esta actitud aceptar que las mujeres no pueden ser sacerdotisas en la Iglesia Católica porque lo dice la jerarquía -y quienes aceptan esto le atribuyen autoridad suficiente a esa jerarquía- o porque le viene bien aceptar que las mujeres no tengan funciones en la sociedad en igualdad de condiciones que los hombres.

Estas dos actitudes se dan con mucha frecuencia en nuestra sociedad. Los ciudadanos, lamentablemente, tendemos cada vez más a no involucrarnos en cuestiones que requieran buena o mucha información, a simplificar los asuntos y a optar siempre por lo más fácil. Por eso en muchas ocasiones creemos lo que dicen, sin preocuparnos de entender, de buscar las razones de por qué dicen lo que dicen. Si a una persona sin criterio bien fundado le repiten machaconamente lo mismo una y otra vez, puede que acabe por creerlo, aunque el mensaje no tenga ninguna relación con la realidad.

Pongo un ejemplo de lo que quiero decir. Desde el primer día que Zapatero ejerció de presidente del Gobierno de España, Rajoy, muy dolido por su derrota electoral, comenzó una campaña muy atentamente diseñada de desprestigio del presidente, que aún hoy continúa. Un día y otro y otro se sucedían las críticas descalificantes hacia la figura de Zapatero. En las dos legislaturas en las que estuvo al frente del Gobierno se tomaron medidas muy importantes para el bienestar de los ciudadanos, pero a Rajoy y a los suyos les daba igual, porque su interés era descalificar al personaje y crear la idea de que no valía para el puesto que ocupaba. 

El segundo mensaje puesto en circulación era que el propio Rajoy era mejor que Zapatero y que en cuanto llegara al poder las cosas irían mucho mejor. No había momento parlamentario o mediático en el que Rajoy perdiera la oportunidad de postularse como el salvador de la situación. Esto fue calando en la población gracias a la insistencia en la medida y a la facilidad de muchos ciudadanos para creerse lo que le gritan o lo que le repiten hasta el cansancio. Se aprobaban leyes, como la del matrimonio entre personas homosexuales o la del aborto, pero Zapatero era muy malo, según el mensaje que repetía Rajoy, y éste, en cambio, era el bueno. Luego vinieron los errores de Zapatero, que pocos se tomaron la molestia de intentar entender o, al menos, de situar en un contexto europeo, y a partir de ahí aparecieron las consecuencias del mantra que Rajoy llevaba practicando desde hacía ocho años. Muchos de los que se habían creído sus mentiras entonces aún se las siguen creyendo. Otros parece que se han dado cuenta de todo lo que se habían venido tragando a lo largo de estos años.

No sé si habremos aprendido algo de toda esta aventura política y social. No sé si estamos deseando creernos 'otras' cosas o nos habremos dado cuenta de que lo conveniente es informarnos y procurar entender, antes de aceptar sin más las consignas del momento, sean del tipo 'Vamos a ahorrar con las privatizaciones', 'Todos los políticos son iguales', 'Hay que hacer un estado federal' o 'La monarquía no tiene sentido'. Me gustaría que nos pusiéramos de una vez a entender. Buenas tardes.

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