Hoy es un día peculiar, de esos que
con el paso del tiempo vas temiendo cada vez más. Quizás sea un día
para celebrarlo, pero no voy a hacerlo invitándoos a tomar unos
vinos o unas tapitas. Os quiero invitar a vivir.
La vida es algo demasiado serio como
para no hacerle caso. No podemos reducir la vida al convivir, a la
familia, al trascurrir más o menos rutinario o excitante de la
convivencia cotidiana. Eso es muy importante y hay que dedicarle
mucha atención y mucho tiempo, pero no podemos empobrecer la vida
hasta el extremo de no ver más allá de lo que ofrece y pide la
convivencia. Además de convivir, hay que vivir.
La vida no tiene fronteras. Hay que
crecer como seres humanos y eso se hace en el mundo. La vida es el
conjunto de relaciones que establecemos con las personas y con las
cosas, que traen como consecuencia lo que en cada momento somos. Hay
que salir al mundo a encontrar aire fresco, ideas nuevas, personas,
problemas, soluciones y fuentes de alegría. La vida es -o debería
ser- un dar y un recibir lo mejor de cada uno, un intento de hacer
real todo lo valioso que tengamos en la mente. La vida es la
inacabable construcción de la vida de cada cual, sin racanerías,
con arte, con buena voluntad. La vida es pensar también en los
otros, en los que nos rodean a mayor o menor distancia y en todos.
Vivir es actuar, hacer, y no sólo recibir. La vida es preocuparse
por lo que puedan necesitar los demás. Y pedir lo que se necesita. Y
dar afecto a quienes se quiere. Y tomar iniciativas para sacarle a la
vida su jugo oculto. Vivir -y vivir lo mejor posible- es lo único
importante que tenemos que hacer en el mundo.
Te invito a vivir, si estás en
disposición de crear un mundo mejor en el que todos podamos
sentirnos humanos. Buenos días.
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