Si plantas un árbol y no lo pones
vertical, crecerá torcido. Si está en una zona de vientos fuertes,
es posible que crezca de tal forma que sea prácticamente imposible
que vuelva alguna vez a crecer con normalidad.
Lo mismo ocurre con la educación de
los niños y de los jóvenes. Hay veces que en la propia familia
están las ideas un tanto torcidas y, si se le inculcan así al niño,
comenzará un proceso de deshumanización que, si se ve impulsado por
el viento de una educación poco adecuada, terminará por crear un
ser extraño, poco desarrollado y sumido en un proceso de degradación
poco recomendable.
A mí nadie me dijo que lo hiciera y
por eso no lo hice, pero si yo tuviera ahora veinte años, revisaría
todas las ideas, costumbres, valores y criterios que me inculcaron en
mi infancia. Aún lo hago con frecuencia, pero entiendo que cuantos
más años se tienen, más difícil es enderezar el árbol. Me
pondría a pensar qué idea tengo de la libertad y si va acompañada
o no de responsabilidad, si las igualdades son importantes o no en mi
vida, si tengo claro lo que es la educación física, qué papel
juegan las costumbres en mi vida, si significan algo para mí la
solidaridad y la generosidad, cuál es el alcance de la higiene, si
tengo suficientes fuentes de placer para elegir y para disfrutar de
varias maneras, si sobre el sexo tengo claro con quién, cómo y para
qué, si mi cuerpo es mío o no, si debo ocultarlo o no, si es fuente
de mal o no, si debo cuidarlo y cómo, si entiendo lo que significa
el amor, si habría que configurar la convivencia de una manera
distinta y si la vida tiene sentido y dónde hay que encontrarlo.
Hay que intentar ir siempre por delante
de la vida, porque si no, la vida hace con uno lo que quiere. Buenas
noches.
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