Hay, lamentablemente, mucha gente que
no escucha. Sus egos débiles, deformados y maltrechos no les dejan
escuchar al otro. Cuando yo escucho al otro, dejo de ser yo durante
un rato para que sea el otro el que habite en mis oídos, pero eso es
psicológicamente imposible para algunas personas. Unas veces, lo que
oyen en el otro no es más, para ellos, que una ocasión de intentar
mostrar al mundo que son listísimos y que entienden lo que les
quieren decir, sin necesidad siquiera de terminar de escucharlo. Demuestran así
cómo se puede fabricar una tontería imaginando por su cuenta el
mensaje, cómo se puede ser un maleducado y cómo se puede quedar
fatal ante cualquier persona sensata. Otras veces no soportan ni que
el otro hable, ni que los demás le presten atención ni que ellos
pasen un par de minutos en lo que creen que es un segundo plano, el
de los que escuchan. Entonces interrumpen sin piedad al que habla, lo
ningunean, lo maltratan anulándolo y no le dejan hablar. Quedan mal,
aunque no se atrevan a saberlo. Actúan mal, aunque les dé igual.
Creen estúpidamente que lo importante en el diálogo es hablar. No
saben que la clave, lo importante de un verdadero diálogo personal y
humano está en saber escuchar. Buenas noches.
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