Tal día como hoy de 1850 nació George Henschel.
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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
El periódico digital Astorga Redacción ha publicado amablemente mi artículo Carnaval. Aforismos para recordarnos que estamos en Carnaval y que eso debe servirnos para que pensemos un poco en la vida que llevamos.
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El romanticismo fue un movimiento filosófico, literario y artístico que tuvo su auge en toda Europa en la primera mitad del siglo XIX. Reconocía esta corriente que el valor fundamental de la vida era el sentimiento, considerado como una fuerza infinita que podía dominar el mundo. El sentimiento era una actividad libre, sin que hubiera nada le pudiera poner límites, y se manifestaba básicamente en el arte y en la religión. Esta sobrevaloración del sentimiento iba en detrimento de la ciencia y, en general, de cualquier actividad racional.
Si estar enamorado consiste en perder la cabeza, la racionalidad, por lo que se considera el amor que se siente por una persona, en dejarse llevar exclusivamente por un irresistible sentimiento absorbente, en no ser dueño de nuestra voluntad, de manera que hacemos hasta lo que no queremos hacer y en “que se me paren los pulsos si te dejo de querer”, entonces no me siento enamorado, ni quiero estarlo.
Si estar enamorado es vivir de tal manera que nuestra voluntad -nuestros deseos, nuestra capacidad de decir sí o no- esté controlada por la generosidad sensata de la razón, en hacer lo que parezca acertado para las dos personas que se aman, en que un placer inmediato no nos haga daño a medio o a largo plazo, en no dejarse arrastrar por las hormonas que nos impiden ver lo que realmente está ocurriendo, en intentar cada día mejorar el conocimiento que tenemos de la persona amada y en perfeccionar un plan racional para hacerla cada día más feliz en todos los aspectos posibles, entonces sí estoy enamorado y doy gracias por estarlo.
No podemos confundir ni los restos del nefasto romanticismo que aún quedan, con todo el sufrimiento y el mal que generan, ni las fiestas comerciales, que solo aspiran a sacarnos los dineros, con la vivencia del amor creativo entre dos personas.