Lo mejor del Carnaval creo que es que
deja salir el otro yo que llevamos dentro agazapado, escondido,
maltrecho por las rutinas diarias, encorsetado por costumbres
absurdas, por prejuicios injustificables.
El Carnaval nos recuerda -o
nos puede recordar- que somos más que lo que mostramos cada día,
que esa forma de vivir repetitiva, cada día más vacía, no es lo
único que tenemos.
Lo malo del Carnaval es que al día
siguiente se nos suelen evaporar la espontaneidad, la libertad y las
ganas de ser niños abiertos e inocentes, para volver a ser los de
siempre. Buenas noches.