Ayer te di un beso. Fue un beso frío.
Tú no parecías tú y yo no tenía nada que decirte, no tenía nada
que darte, ni, mucho menos, un beso. Fue un beso de compromiso, un
beso que pasaba por allí, un beso mecánico, un beso sin alma. Hice
los mismos gestos de siempre, pero fue un beso vacío, un beso sin
beso. En realidad, te di un beso porque tú me lo pediste, porque tú
querías que te besara, porque me impusiste la rutina diaria de darte
un beso cuando te vas a trabajar, pero yo no te besé. Fueron mis
labios quienes te besaron, pero no yo.
Hoy, sin embargo, parecía que habías
vuelto de un absurdo viaje a la lejanía. Hoy te sentía cerca, algo
importante me unía a ti y yo lo sentía. Esta mañana era como esas
otras mañanas en las que hasta el aire que me separaba de ti estaba
lleno de algo nuestro. Hoy te di un beso, pero te lo di yo. Era un
beso mío para ti, en el que mi vida se mezclaba con la tuya a través
de nuestros labios. Hoy era yo quien quería besarte y lo hubiese
hecho aunque tú no me lo hubieras pedido. Mis labios hicieron
aparentemente lo mismo que ayer, pero hoy te entregué todo mi yo en
un beso.
Los mismos gestos, el mismo rito, los
mismos movimientos, pero la intenciones eran diferentes, las
actitudes eran distintas.
La fotografía está tomada de la exposición "Esclavas", de Yolanda Domínguez, que puede verse hasta el 27 de julio en la Galería Rafael Pérez Hernando, en la calle Orellana, 18. Madrid.
La fotografía está tomada de la exposición "Esclavas", de Yolanda Domínguez, que puede verse hasta el 27 de julio en la Galería Rafael Pérez Hernando, en la calle Orellana, 18. Madrid.