El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
martes, 2 de agosto de 2011
lunes, 1 de agosto de 2011
Intereconomía. Algo les ha pasado.
A primera vista, todo esto que se observa en este invento parece fruto de una mezcla de alguna de esas enfermedades psicosociales que nos azotan y, sobre todo, de mucha ignorancia. Quizá el guionista o el que autoriza este anuncio o los dos tengan algunas lagunas en su formación, porque no tengo datos contrastados para pronunciarme sobre posibles limitaciones neuronales, cosa que, sin embargo, viene enseguida a la mente al oír estas cosas, pero que se rechazan rápida y diligentemente por no poder probarlas y porque el que en el siglo XXI existan aún personas que se manifiesten de esta manera. te parece más propio de un folletín de mal gusto o de una borrachera medieval que de nuestra sufrida realidad.
El caso es que lo que te encuentras en este anuncio es que estos señores se inventan una realidad deformada y se la atribuyen a aquellos a los que parece que odian. Muchas cosas de las que dicen tienen visos de no ser más que proyecciones inconscientes e inadvertidas de sus propios prejuicios, mientras que otras tienen toda la pinta de ser puros inventos interesados. Todo parece muy burdo y muy simplón. No parece que sepan nada de lo que dicen, pero hacen afirmaciones tajantes y falsas, como suelen ser las expresiones de los ignorantes y de los charlatanes iluminados que toman por tontos a los oyentes. Como dice mi amiga Aurora, el problema no es lo que piensan, sino lo que dicen, porque no parece que hayan pensado mucho estas cosas que sueltan aquí. ¿Qué les habrá ocurrido para que se dediquen a echar fuera esas barbaridades? Nietzsche diría enseguida que parecen unos resentidos, pero ya se sabe que Nietzsche era un exagerado.
Tómate, por favor, lector o lectora, la molestia de informarte bien antes de pronunciarte sobre las cosas que dicen estos señores de Intereconomía. ¿Quién quiere asesinar niños? Posiblemente el anuncio este se refiera a los que en las Comunidades Autónomas hacen recortes en sanidad. ¿Quién quiere eliminar ancianos? Serán seguramente aquellos a los que les cuesta tanto trabajo aplicar con diligencia la Ley de Dependencia. O quizá los que tanto y tanto lucharon para que no se sedara a los enfermos terminales que sufrían atrozmente en los hospitales ¿Quién quiere que el Estado programe a los alumnos? No tiene más remedio que ser los que defienden la enseñanza privada y el adoctrinamiento religioso en las escuelas. ¿Quién miente? Pues... ¿y si son, a lo mejor, estos señores de Intereconomía, que no quieren dejar de aparecer en su invento?
La verdad es que con el odio que chorrea de este anuncio y el falseamiento de la realidad que refleja no podemos hacer una sociedad de seres humanos en la que quepamos todos. Porque no creo que lo que quieran es que no quepamos todos. Si no, no se entendería que pusieran como fondo la Oda a la alegría, que Schiller concibió como Oda a la libertad, en donde se oye que todos los hombres seremos hermanos y en donde se repite eso de "Este beso para todo el planeta". Debe de ser un mal sueño de una noche de verano fruto de la calor, que es muy mala y altera mucho la mente. Yo de ellos, lo retiraba para no quedar mal.
Hay que
Hay veces en las que casi sin querer te vas acostumbrando a un estilo de vida que podríamos denominar como el de "hay que". En efecto, te despiertas y hay que levantarse porque hay que trabajar y hay que ir de prisa y hay que hacer gestiones y hay que comer sano y hay que cuidarse y hay que ahorrar y hay que hacer deporte y hay que dormir porque hay que descansar porque mañana hay que volver a levantarse porque hay que trabajar y hay que hacer lo que hay que hacer.
Cuando el "hay que" se te ha instalado en lo profundo de la cotidianidad, llegas incluso a vivir de manera que vas a ver un espectáculo porque hay que ir a verlo y contemplas un programa porque hay que hacerlo y te diviertes porque hay que divertirse y dices que hay que ser generoso porque te han dicho que hay que ser generoso y votas a tal partido porque te han dicho que hay que votarlo y crees en alguna historia porque te han dicho que hay que creerlo y vives porque te han dicho que hay que vivir.
El estilo "hay que" hace que tú no seas tú, sino que te conviertas en lo que te han dicho que hay que ser, en una especie de máquina automática de repetición insensata. Si no hay lugar para el "me apetece" ni para el "tengo ganas" ni para el "yo creo que", lo que aparece es ese cansancio brutal, esa falta de sentido y ese estar harto que te lleva a pensar que o la vida no tiene sentido o no merece la pena vivirla así.
domingo, 31 de julio de 2011
sábado, 30 de julio de 2011
Así es el PP / 3
El PP cierra la radiotelevisión de Mallorca por "interés público".
El Gobierno popular sentencia M, la televisión que investigó la memoria histórica y los casos de corrupción.- El motivo aducido, además de la crisis económica, es la duplicidad de las emisiones con las de la televisión autonómica balear, IB3.
Más información, aquí,
Trailer de La diferencia
Trailer de la película dirigida por David Francisco sobre la vida del poeta Ángel Guinda, Premio de las Letras Aragonesas 2010.
viernes, 29 de julio de 2011
Letras que hago mías: Optimistas a la fuerza, pase lo que pase
RAMÓN MUÑOZ
EL PAÍS - Sociedad - 17-07-2011
"Ya, ya, sabemos que está en paro, pero con esa actitud negativa no se llega a ninguna parte. Sonría, sonría". "Sí, sí, puede que tenga cáncer pero no interiorice lo que le está pasando como una desgracia sino como un desafío". No, no es un diálogo inventado. Estas frases se han convertido en un lugar común y resumen la corriente de pensamiento de que la desgracia en sus variadas formas no es, en realidad, un infortunio sino un reto, y que acabar en las filas del desempleo o contraer una enfermedad grave, por ejemplo, es una oportunidad de cambiar de vida, de superación personal.
La llegada de la crisis más dura desde la Gran Depresión de 1929 ha acentuado esta teoría conocida en Estados Unidos como pensamiento positivo. Esta pseudoideología casi infantil es suscrita al alimón por economistas, políticos, psicólogos, médicos y estrellas de la televisión. Según la misma, las víctimas de la crisis no solo tienen que sufrir en silencio su desgracia sino que casi se ven obligadas a estar contentas, como ha denunciado la escritora estadounidense Barbara Ehrenreich en su libro Sonríe o muere (Editorial Turner, 2011), que ha resultado todo un alarido contra "la trampa del pensamiento positivo".
La autora ejemplifica este pensamiento en el acoso psicológico que sufren los parados en los seminarios de motivación y cursos de recolocación, tan de moda ahora, sobre todo tras los ajustes en las grandes empresas. "Había gente a la que habían echado del trabajo y que se dirigía cuesta abajo y sin frenos hacia la pobreza, a la que se decía que debía ver su situación como una oportunidad digna de ser bienvenida. También en este caso el resultado que nos prometían era una especie de cura; la persona que pensaba en positivo no solo se sentiría mejor mientras buscaba trabajo, sino que para ella ese trámite acabaría antes y más felizmente". (...)
El positivismo como ideología también prende en España. En el ámbito político, el presidente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, ha hecho del optimismo la misma razón de su Gobierno. Desde su famosa negación de la crisis ("No estamos en crisis. Solo tenemos alguna dificultad que nos viene de fuera" (7 de febrero de 2008), a sus reiteradas acusaciones de "antipatriotas" a los que alertaban sobre ella o aquella categórica advertencia cuando el paro comenzó a desbocarse: "El pesimismo no crea ningún puesto de trabajo" (1 de junio de 2008). Su optimismo tampoco parece que haya servido de mucho. Desde que pronunciara esa frase, el número de parados se ha incrementado en dos millones y medio.
Curiosamente, el PP también bebe de la misma ideología. Su receta para remontar la crisis es conjurar la palabra mágica, "confianza", sin más concreciones. (…)
Uno de los argumentos falaces que emplean los positivistas es dividir el mundo entre los que piensan en positivo como ellos y los pesimistas depresivos. Y está claro que, puestos a elegir, es preferible vivir en una nube que sumergido en una ciénaga melancólica. En esta división interesada se olvida que hay otra categoría de seres humanos que han contribuido mucho más que cualquier otra al progreso: los realistas.
Afrontar los problemas desde el realismo, aunque eso implique un pesimismo inicial, hubiera, por ejemplo, suavizado las consecuencias de la crisis financiera internacional. Como relata de forma magistral el documental Inside job, cualquiera que se atrevía a alertar sobre la enorme burbuja que se estaba cociendo en torno a los productos financieros tóxicos, basados en hipotecas impagables, era automáticamente ridiculizado o condenado al ostracismo. Los signos de que toda esa riqueza se estaba construyendo sobre una enorme montaña de deuda sin ningún sostén eran cada vez más evidentes y las voces que lo denunciaban también. (…)
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