lunes, 1 de agosto de 2011

Hay que




Hay veces en las que casi sin querer te vas acostumbrando a un estilo de vida que podríamos denominar como el de "hay que". En efecto, te despiertas y hay que levantarse porque hay que trabajar y hay que ir de prisa y hay que hacer gestiones y hay que comer sano y hay que cuidarse y hay que ahorrar y hay que hacer deporte y hay que dormir porque hay que descansar porque mañana hay que volver a levantarse porque hay que trabajar y hay que hacer lo que hay que hacer.

Cuando el "hay que" se te ha instalado en lo profundo de la cotidianidad, llegas incluso a vivir de manera que vas a ver un espectáculo porque hay que ir a verlo y contemplas un programa porque hay que hacerlo y te diviertes porque hay que divertirse y dices que hay que ser generoso porque te han dicho que hay que ser generoso y votas a tal partido porque te han dicho que hay que votarlo y crees en alguna historia porque te han dicho que hay que creerlo y vives porque te han dicho que hay que vivir.

El estilo "hay que" hace que tú no seas tú, sino que te conviertas en lo que te han dicho que hay que ser, en una especie de máquina automática de repetición insensata. Si no hay lugar para el "me apetece" ni para el "tengo ganas" ni para el "yo creo que", lo que aparece es ese cansancio brutal, esa falta de sentido y ese estar harto que te lleva a pensar que o la vida no tiene sentido o no merece la pena vivirla así.


Dionne Warwick

sábado, 30 de julio de 2011

Así es el PP / 3


El PP cierra la radiotelevisión de Mallorca por "interés público".

El Gobierno popular sentencia M, la televisión que investigó la memoria histórica y los casos de corrupción.- El motivo aducido, además de la crisis económica, es la duplicidad de las emisiones con las de la televisión autonómica balear, IB3.

Más información, aquí,


Trailer de La diferencia

Trailer de la película dirigida por David Francisco sobre la vida del poeta Ángel Guinda, Premio de las Letras Aragonesas 2010.

Lisa Gerrard

viernes, 29 de julio de 2011

Letras que hago mías: Optimistas a la fuerza, pase lo que pase



El pensamiento positivo impone que la crisis es una oportunidad y no una desgracia - Esta seudoideología arrasa en EE UU y defiende que no falla el sistema, sino la actitud de cada uno

RAMÓN MUÑOZ
EL PAÍS  -  Sociedad - 17-07-2011

"Ya, ya, sabemos que está en paro, pero con esa actitud negativa no se llega a ninguna parte. Sonría, sonría". "Sí, sí, puede que tenga cáncer pero no interiorice lo que le está pasando como una desgracia sino como un desafío". No, no es un diálogo inventado. Estas frases se han convertido en un lugar común y resumen la corriente de pensamiento de que la desgracia en sus variadas formas no es, en realidad, un infortunio sino un reto, y que acabar en las filas del desempleo o contraer una enfermedad grave, por ejemplo, es una oportunidad de cambiar de vida, de superación personal.

La llegada de la crisis más dura desde la Gran Depresión de 1929 ha acentuado esta teoría conocida en Estados Unidos como pensamiento positivo. Esta pseudoideología casi infantil es suscrita al alimón por economistas, políticos, psicólogos, médicos y estrellas de la televisión. Según la misma, las víctimas de la crisis no solo tienen que sufrir en silencio su desgracia sino que casi se ven obligadas a estar contentas, como ha denunciado la escritora estadounidense Barbara Ehrenreich en su libro Sonríe o muere (Editorial Turner, 2011), que ha resultado todo un alarido contra "la trampa del pensamiento positivo".

La autora ejemplifica este pensamiento en el acoso psicológico que sufren los parados en los seminarios de motivación y cursos de recolocación, tan de moda ahora, sobre todo tras los ajustes en las grandes empresas. "Había gente a la que habían echado del trabajo y que se dirigía cuesta abajo y sin frenos hacia la pobreza, a la que se decía que debía ver su situación como una oportunidad digna de ser bienvenida. También en este caso el resultado que nos prometían era una especie de cura; la persona que pensaba en positivo no solo se sentiría mejor mientras buscaba trabajo, sino que para ella ese trámite acabaría antes y más felizmente". (...)

El positivismo como ideología también prende en España. En el ámbito político, el presidente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, ha hecho del optimismo la misma razón de su Gobierno. Desde su famosa negación de la crisis ("No estamos en crisis. Solo tenemos alguna dificultad que nos viene de fuera" (7 de febrero de 2008), a sus reiteradas acusaciones de "antipatriotas" a los que alertaban sobre ella o aquella categórica advertencia cuando el paro comenzó a desbocarse: "El pesimismo no crea ningún puesto de trabajo" (1 de junio de 2008). Su optimismo tampoco parece que haya servido de mucho. Desde que pronunciara esa frase, el número de parados se ha incrementado en dos millones y medio.

Curiosamente, el PP también bebe de la misma ideología. Su receta para remontar la crisis es conjurar la palabra mágica, "confianza", sin más concreciones. (…)

Uno de los argumentos falaces que emplean los positivistas es dividir el mundo entre los que piensan en positivo como ellos y los pesimistas depresivos. Y está claro que, puestos a elegir, es preferible vivir en una nube que sumergido en una ciénaga melancólica. En esta división interesada se olvida que hay otra categoría de seres humanos que han contribuido mucho más que cualquier otra al progreso: los realistas.

Afrontar los problemas desde el realismo, aunque eso implique un pesimismo inicial, hubiera, por ejemplo, suavizado las consecuencias de la crisis financiera internacional. Como relata de forma magistral el documental Inside job, cualquiera que se atrevía a alertar sobre la enorme burbuja que se estaba cociendo en torno a los productos financieros tóxicos, basados en hipotecas impagables, era automáticamente ridiculizado o condenado al ostracismo. Los signos de que toda esa riqueza se estaba construyendo sobre una enorme montaña de deuda sin ningún sostén eran cada vez más evidentes y las voces que lo denunciaban también. (…)

Nils Petter Molvaer

jueves, 28 de julio de 2011

MI callejón




Hay un callejón estrecho. Sus paredes tienen a ambos lados un buen número de cierros. Son como balcones cerrados por una verja de hierro y por cristales que aíslan el espacio hasta el dintel de la puerta. Tras los cristales, unas cortinas preservan el interior de la casa de las miradas externas y permiten al que vive en ella mirar a su capricho al que pasa por allí.

Cada día, a la misma hora, me desnudaba de todo lo que no soy, pero que era mío, y me salía a pasear por el callejón. Iba despacio, muy despacio. Unas veces con carteles de letras, otras con músicas en la maleta y otras con fotos que exponía en una pancarta sobre mí.

No solía haber nadie en el callejón, pero yo sentía las miradas detrás de las cortinas. Los ojos desde las casas no me miraban a mí, sino a lo que llevaba, como cuando se ve la televisión, que no se ve la televisión, sino lo que aparece en ella. Yo era como un fantasma desnudo que echaba carnaza en el callejón para que los ojos de los cierros completaran su rutina.

Un día me paré en mitad del callejón. Dejé el cartel en el suelo, levanté los brazos y grité: 
¡¿para qué?! 
Los hilitos entre las cortinas que permitían al ojo ver lo de fuera se cerraron de golpe ante la inesperada novedad. Nadie contestó. El silencio se hizo espeso, aunque la frecuencia de los latidos se hizo notoria en el callejón. Yo tomé mi cartel y seguí mi camino, pero al día siguiente me planteé la conveniencia de ir o no ir a pasear por el callejón. Decidí volver. Tomé mi cartel, mi maleta y mi pancarta, pero si me hubiesen visto el rostro, se habrían dado cuenta de que yo no era el mismo.

Brazilian Guitar Fuzz bananas