Hoy Iñaki Gabilondo se ha despedido del programa. Su análisis constante de la realidad le ha llevado a la postura más realista que una persona inteligente puede tener: el pesimismo. No quiero ser un cenizo pesimista, ha dicho, a la vez que ha reconocido lo difícil que es mantener una actitud crítica y constructiva en el mundo crispado en el que estamos.
Es un abandono que nos merecemos. Nadie puede estar clamando en el desierto toda la vida observando que cada vez menos personas escuchan, menos personas piensan, menos personas tienen una opinión propia, y, en cambio, más personas no hacen más que ruido. No puede llegar el día en el que se apague la luz y te encuentre rodeado de quienes se tragan lo intragable y renuncian a lo razonable. Comprendo perfectamente su actitud. Si yo hubiese estado en su lugar, hubiese hecho lo mismo.
Ahora los lunes, a las 10 de la mañana, se dedicará a escuchar a jóvenes que tengan algo que decir, a quienes entrevistará. Nunca olvidaré sus Hoy por hoy, sus comentarios de las ocho y media, sus intervenciones, siempre cargadas de racionalidad, de clarividencia y de buen hacer periodístico. Y se lo agradeceré permanentemente.
Como ciudadano, hoy es un día triste.
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