30 de septiembre de 2014
Vivir no es meramente estar, sino relacionarse con las personas y con todo lo que hay en el mundo. Vivimos en la medida en que nos relacionamos y dependiendo de cómo sea esa relación, así será nuestra vida.
El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
30 de septiembre de 2014
Vivir no es meramente estar, sino relacionarse con las personas y con todo lo que hay en el mundo. Vivimos en la medida en que nos relacionamos y dependiendo de cómo sea esa relación, así será nuestra vida.
29 de septiembre de 2015
Desde el mismo momento en el que nacimos y durante muchos años después no hemos podido sobrevivir sin la ayuda de muchas personas: padres, matronas, profesores, médicos, vendedores, chóferes, etc.
28 de septiembre de 2017
Creo que las banderas expresan y despiertan emociones y sentimientos, pero no muestran ningún argumento. Nos estamos acostumbrando peligrosamente a hablar y a vivir sin argumentos. Cada vez me gustan menos las banderas.
Muy interesante el artículo de Siri Hustvedt, premio Princesa de Asturias de las Letras en 2019, titulado Las Pandoras de la pandemia. Puedes leerlo aquí.
Eran él y su coche. No existía nada más en el mundo. Lo que se veía por ahí eran seres ajenos a él y a su coche, carentes de importancia y de significado en su vida. Él y su coche habitaban en una soledad gozosa en medio de todo lo que no le interesaba. Cuando él y su coche estaban juntos, el mundo sonreía. El coche, aunque no hablaba, obedecía sin rechistar. Era un coche bueno y nunca se negaba a lo que él le solicitaba. En su coche el confort, la paz y el placer estaban garantizados. Él en su coche hacía lo que le apetecía. Iban, venían, paraban en donde a él le venía bien y circulaban al ritmo que en cada momento le pedía el cuerpo.
No había normas. Si acaso las muy imprescindibles, pero lo fundamental era hacer lo que la vida le pedía a gritos en cada momento. Eso de las normas era algo ajeno a su vida. Creía que cada cual tenía que ir a lo suyo y él con su coche no tenía por qué dejar de hacer lo que quería porque alguien quisiera cruzar por un paso de peatones o porque dijeran que hay que poner los intermitentes. Que cada uno se busque la vida y que gane el más fuerte.
Su coche era un Mercedes rojo de aspecto deportivo, con dos puertas y una buena radio para que todos, dentro o fuera, oyeran la música que a él le gustaba. Por dentro tenía detalles de calidad. Por fuera estaba limpio y cuidado, aunque con pequeños restos de alguna reparación.
Aparcó en la puerta del bar. Una cerveza a mediodía sentado en una terraza era muy apetecible después de una mañana de trabajo. El dueño del bar era amigo suyo y le gustaba ir a verlo y a charlar un rato. La calle tenía dos carriles y un arcén en el que se aparcaba bien. Una vez situado el coche, apagó la radio, quitó la llave y abrió la puerta para salir.
Abandonar el coche durante un rato y entrar en un mundo lleno de personas y de cosas que no le importaban demasiado era como abandonar su zona de confort. Muchas veces al día debía hacer ese sacrificio necesario de tener que andar, hablar, beber, discutir, incluso aburrirse fuera de su coche. Volver a él era como el descanso del guerrero, como la entrada en el paraíso.
Un estruendo inusual asustó a quienes estaban en la terraza del bar. Dos camareros salieron corriendo en dirección al coche. Todos se levantaron y pensaron en lo peor. Un autobús verde pasó por el carril derecho y paró a unos metros del bar.
La costumbre de no tener en cuenta las normas hizo que abriera la puerta del coche sin mirar si venía alguien por detrás. El conductor del autobús, que por sus dimensiones ocupaba todo el carril, no tuvo tiempo de ver que una puerta se le abría inesperadamente en su trayectoria. El golpe fue estrepitoso. El retrovisor rojo quedó tirado varios metros más adelante. Unos trozos de cristal se esparcieron por el suelo. La puerta quedó deformada, con el interior desencajado y sin poderse abrir ni cerrar. La fortuna quiso que a él no le diera tiempo de sacar la pierna. Aunque el coche rojo estaba aparcado algo separado de la acera, su amigo adujo que los autobuses pasaban muy pegados a los coches. Alguien en la terraza comentó que había que mirar antes de abrir la puerta. Otro pensó en la utilidad de cumplir las normas. Él se quedó a medio camino entre el ridículo que no podía admitir y el deseo de culpar al conductor del autobús que no podía expresar. Con una expresión de enorme tristeza llamó a la grúa.
27 de septiembre de 2019
A mí no me lo dijeron, pero yo sí te lo quiero decir a ti. A menos que, huyendo de la realidad, te refugies en algún dogmatismo, religioso o no, la vida consiste en ir a tientas por un presente movedizo hacia un futuro demasiado incierto, para llegar al cual no vale reproducir sin más lo ocurrido en el pasado. Si quieres sentirte vivo, tienes que tomarte el difícil trabajo de crear cada instante, sin caer en el vicio mortecino de repetir cobardemente lo que les valió a otros, o puede que a ti mismo, en otros tiempos. Convéncete de que hay valores que tenemos que convertir en realidades, pero no hay recetas eternas que sirvan para ello.
26 de septiembre de 2018
Unos, poquito a poco, a la velocidad lenta a la que va creciendo el amor, van intentando crear una vida más humana y un mundo mejor, en el que podamos estar todos sin que se resienta la justicia. Otros, mientras tanto, a la velocidad vertiginosa a la que discurre el odio, y apoyándose en una masa cada vez mayor de ciudadanos inconscientes, discriminadores en asuntos varios, con resentimientos entreverados y carentes de sensibilidad, van destrozando cualquier atisbo de humanidad y creando un mundo a la medida de los poderosos. Estos manejan grandes redes activas de intoxicación y de manejo de masas, pero la inconsciencia es muy alta y el individualismo también. El precio de la dignidad, en cambio, está por los suelos, y son demasiados los que luchan por conseguir ser esclavos mal pagados, cueste lo que cueste. Nos han convencido de que tenemos que callar (lo importante), pero hablando sin parar (de otras cosas). Estamos bastante perdidos.
25 de septiembre de 2013
Hoy se ha levantado de la cama un ser único. Ese ser insustituible tiene hoy veinticuatro horas para vivir. Ni una más. Tiene que llenar el día de vivencias que le hagan sentirse un ser humano. Debe convencerse de que vivir tiene sentido y de que es una gozada estar en el mundo. Ese ser, destinado a las más grandes tareas, tiene, además, que hacer algo por la gente que le rodea: escuchar, hablar, dar cariño, ayudar, dejar vivir o sonreír. No tiene otro día para hacerlo, porque mañana será otro día, pero no hoy. Ese ser tiene esa enorme tarea hoy por delante, la de vivir, la de vivir bien, como un ser humano. Ese ser eres tú. Y hoy es un día único. Suerte. Ánimo.
Buenos días.
Este blog permanecerá inactivo durante los días 22 y 23 de septiembre en solidaridad con los profesores de la comunidad de Madrid y mientras dure su huelga.
El afán neoliberal es que los ricos no dejen de ser ricos, aunque los pobres sigan siendo pobres.
Lo malo es que hay pobres que se saben pobres y los votan.
Y los pobres que se creen ricos, también.
El periódica Astorga Redacción ha publicado mi artículo El paraíso. Puedes verlo aquí. En él hablo de lo que cada uno de nosotros pretendemos con nuestros actos y del sentido de la política.
Tras años de no tomar en la consideración que se debía ni la instrucción ni la cultura, se ha generado una masa de personas ignorantes, que, en su individualismo, sólo les interesa lo que les apetece o lo que necesitan. No entienden nada, no saben analizar nada y no se fían de nadie que le ofrezca razones o que les haga pensar. Lo que dicen lo dicen con genio, con odio, como si el mundo fuera algo simple y esa simpleza estuviera estropeada. Son incapaces de ver más allá de lo que les aparece y desean culpar al adversario político, que ellos consideran un enemigo, de todo lo que ocurre.
Esto se manifiesta -yo lo he visto- en los centros de salud. Allí estos ignorantes no quieren hacer cola. Los demás, tampoco, claro, pero ellos reaccionan gritando, echándoles la culpa a los trabajadores y hasta insultándolos y agrediéndolos. Cometen una injusticia, pero ellos no lo saben, porque no son capaces de pararse a pensar en lo que está ocurriendo y en quiénes son los responsables. Jamás admitirán que la situación de los médicos de atención primaria se debe a la falta grave de inversión que el gobierno de la Comunidad de Madrid lleva manteniendo desde hace años. No entienden nada de esto, porque su único criterio es odiar al enemigo, a la izquierda, a los rojos, a los social-comunistas o como quieran llamarlos. El odio les ciega. Son injustos. Son ignorantes. No son demócratas. Hacen el ridículo, pero ni lo saben ni quieren saberlo. Son un problema.
17 de septiembre de 2017
Hace un par de años vi a una chica por el centro de Madrid con un enorme cartel de tela en las manos en el que decía: “Se dan abrazos gratis”. Iba andando por la calle mostrando este mensaje y de vez en cuando alguien se paraba delante de ella, se sonreían y se daban un abrazo. La mayoría pasaba de largo. Si, en lugar de abrazos, hubiese regalado pinchos de tortilla, estoy seguro de que muchas más personas se hubiesen acercado a recogerlos.
16 de septiembre de 2018
Lo importante no es solo lo que decimos o lo que hacemos, sino el estilo de la relación que vamos creando con los otros y con el mundo.
15 de septiembre de 2019
Para ejercer de registrador de la propiedad, profesor de filosofía, inspector, conductor, médico o arquitecto es necesario poseer un título.
Sra. Ayuso, presidenta todavía de la Comunidad Autónoma de Madrid.
Vengo de entregar unos papeles en la recepción de mi Centro de Salud. Durante tres cuartos de hora he aguantado una larga cola, entre sol y sombra y con un bochorno ambiental que no sabe usted lo agradable que era. Algunos ciudadanos, muy enfadados, se han acordado de usted y de todas sus castas. Se lo comunico por si a su señoría le sigue interesando el problema sanitario de Madrid, en sus diversos aspectos, o por si su dignidad se viese afectada por estas manifestaciones públicas tan llenas de defecaciones mentales y verbales. También se lo digo porque me lo pide el alma y porque me sale del cuerpo. Disculpe si, en el caso de que este desahogo llegase a sus ojos, le interrumpo sus negocios con los empresarios amiguetes o la despisto en su afán pasmoso de reducir la presión fiscal para pagar todo lo que viene. Ya no creo que haya nadie que espere alguna medida sensata de usted. Quédese mucho con dios.
14 de septiembre de 2019
Cuando tenemos hambre, no vemos nada ni a nadie más que nuestra propia hambre. Y hay muchas clases de hambre.