miércoles, 9 de septiembre de 2020

Gracias



Busca un ratito, tres o cuatro minutos te bastarán. Vete a un lugar tranquilo. Una terraza de un bar sin niños gritones y sin adolescentes de todas las edades diciendo tonterías en voz alta te puede valer. O un parque apacible, o una iglesia, o un banco en una calle poco transitada o el sofá de casa. Siéntate. Ponte cómodo. Respira hondo unas cuantas veces. Luego repasa lo que has hecho en el día hasta ese momento. Recuerda los momentos gozosos, los pequeños detalles que has tenido y los que han tenido contigo, los episodios curiosos o graciosos que has vivido, los errores que has cometido, la luz del sol que has visto y todo lo que te ha sucedido en el día. Considéralo como un regalo, porque lo es. Dale gracias a la vida por haberte dado la oportunidad de vivirlo, de estar vivo y de sentirte vivo. Párate a analizar tu actitud como ser humano ante los demás, ante la naturaleza y ante la vida. Entre lo que te da la vida y lo que le das tú a ella debe salir una realidad que te reconforte, que te dé alegría y que te aumente las ganas de vivir. No hay nada más humilde, más humano y también más gratificante que vivir dando las gracias a la vida por el regalo que supone estar vivo. Y luego sigue viviendo y construyendo la vida en la que cada día te encuentras.

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