El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
lunes, 5 de septiembre de 2022
Los lunes, músicas nuevas. Airbag
domingo, 4 de septiembre de 2022
sábado, 3 de septiembre de 2022
viernes, 2 de septiembre de 2022
Desnuda y agresiva
Lo necesito, lo deseo, lo quiero: el silencio o, al menos, el sonido no invasivo, que permita escuchar y hablar a todos y que no se empeñe en ser el único posible. Pero parece que todos hacen su ruido abrupto para reivindicarse como seres vivos, para sentirse realizados como algo existente. Estoy en la terraza del bar “La sonrisa”, en pleno centro de la ciudad. Pasa el tranvía, que tiene que hacer sonar su campana y hasta su claxon para que quienes consideran que el espacio es suyo lo dejen pasar. A veces se tiene que parar porque quien está en la calle no le concede el derecho a pasar por sus vías. Pasa el motorista, con su enorme tubo de escape preparado para que suene a “Aquí estoy yo”, siendo “yo” un mero ruido. Pasa un coche vulgar conducido por un ser vulgar que considera una vulgaridad la prudencia y otra cumplir las leyes. Ataca con las ventanillas bajadas por las que expulsa una música simplona y repetitiva, y emite un amenazador ruido de acelerador para, en cuanto puede, salir disparado en medio de la gente. Los perros ladran aquí y allí. Unos parecen tenores y otros bajos, pero sus amos son ajenos a la música canina y a su cansina frecuencia. Hay niños que lloran, otros que corren y otros que juegan gritando entre las mesas. Un cliente de la mesa de al lado grita sus cosas a tal volumen que nadie a su alrededor es capaz de mantener su propia conversación. En medio de ese universo, tan lleno de ruidos y tan vacío de silencios, que aparece cada noche en “La sonrisa” y en cualquier otro lugar, me tomo un vino tinto, siempre el mismo, porque ni los clientes cambian el ruido ni en estos bares traen un vino nuevo que represente un aliciente gratificante para acudir a ellos. Aquí la monotonía es ruidosa.
Hace unas noches la vida, que es de todo menos monótona, produjo un suceso, no sé si pequeño o grande, para que quienes lo presenciaran tuvieran algo sobre lo que pensar o, al menos, hablar. Estaba sentado en la terraza viendo pasar a la gente con sus ruidos, como siempre. De pronto oí un ruido algo mayor. No le hice mucho caso porque pensé que sería algún individuo con el grado de vacío más alto de lo habitual. El ruido se fue haciendo rápidamente más alto, y parecía que se producía más cerca y a mis espaldas. Era un ruido como de mesas tiradas al suelo y de cristales rotos. Un cierto revuelo entre la gente me hizo reaccionar. Me volví y vi venir con paso decidido y a bastante velocidad a una chica desnuda de cintura para arriba, con una pizarra doble en las manos que anunciaba los productos que ofrecían en un bar de unos metros atrás. Llevaba la mirada fija y parecía dispuesta a todo. Un cliente que estaba en la dirección en la que circulaba la chica se levantó y cogió su silla como arma defensiva, apuntando con las patas a la decidida invasora. Al llegar a nuestra altura, lanzó la pizarra contra las mesas desde las que disfrutábamos de los ruidos habituales. Por suerte, no le cayó encima a nadie, pero destrozó unas botellas que había en una mesa y nos dio un enorme susto a los que estábamos allí. Ella siguió su camino hacia no se sabe dónde, a riesgo de resfriarse por el fresco de la noche y el escaso atuendo que llevaba. En seguida llegó la policía, acompañada de una corte enorme de desocupados deseosos de emociones fuertes. Parece ser que la detuvieron y que no era la primera vez que dejaba de tomar la medicación y montaba un espectáculo en pleno centro de la ciudad. Yo me imaginé que me podía haber estampado la pizarra en la coronilla, pero rápidamente deseché la imagen, porque bastantes situaciones lamentables nos ofrece la realidad como para que, encima, nos imaginemos más.
Luego pensé qué habría que hacer con aquella pobre chica, enferma de algo y desatendida del todo. Más que una comisaría necesitaría atención médica, pero ¿dónde? Me dijeron que es huérfana y que sus hermanos están igual que ella. Esta chica no puede estar sola, sin control de los medicamentos que debe tomar, pero ¿dónde situarla? Parece que la detienen y la sueltan, para volverla a detener y a soltar. ¿Está lo que queda del sistema público de salud preparado par atender a estas personas y, de paso, protegernos a los demás?
En todo caso, el silencio o, al menos, el sonido humano siguen siendo lujos lejanos y ausentes.
Bocas que se cierran, de Berta Carmona
Es relativamente fácil escribir relatando hechos, sucesos que ocurren
en alguna parte, pero describir los sentimientos y las emociones que
viven dos personas es, con toda claridad, difícil. Y lo es más si esas
dos personas están enamoradas, tienen una carga de vivencias en el
pasado que les hace vivir sintiéndose vulnerables y llenos de
miedos, y lo que cuentan es precisamente su enamoramiento. Todos
hemos sentido el poder del miedo en nuestras vidas. A muchos nos
tocó sufrir una educación en la que el criterio central era el miedo: al
maestro, a los padres o, quizá, a algún familiar. Y más tarde, ese
miedo lo aplicamos al fracaso, a lo desconocido, a las recaídas,
incluso puede que al más allá.
Sonia y Pedro, los protagonistas de Bocas que se cierran, tienen
miedo. Y Berta Carmona ( berta@bertacarmona.es ), la autora de
esta novela editada por Rubric ( www.rubric.es ), nos lo cuenta
mostrándonos de nuevo lo magnífica escritora que es, logrando que
entremos en la mente de los amantes, que hagamos nuestras sus
vivencias y que sintamos como nuestras las alegrías y las
problemáticas situaciones por las que atraviesan. El buen escritor
hace fácil lo difícil, permite comprender mejor lo complejo y logra
que los personajes pasen del papel del libro a nuestra mente.
Es lo que Berta Carmona ha conseguido en este libro, cuya lectura
supondrá, sin duda, un acercamiento a la respuesta a esa pregunta
que puede que nos venga de vez en cuando a la cabeza: ¿qué es el
amor?
jueves, 1 de septiembre de 2022
El Compositor Habla. Septiembre 2022
El objetivo principal de "El compositor habla" es el de crear un repositorio neutral, independiente e imparcial de entrevistas, perfiles, noticias e informaciones sobre creación musical actual, compositoras y compositores.
Puedes ver la agenda del mes de Septiembre de 2022 pulsando aquí.
Los jueves, músicas nuevas. Phoenix
miércoles, 31 de agosto de 2022
Tiempo
Tenemos todo el tiempo de la vida para vivir bien, pero empleamos demasiado de ese tiempo en vivir mal.
martes, 30 de agosto de 2022
lunes, 29 de agosto de 2022
Los lunes, músicas nuevas. James Blake
domingo, 28 de agosto de 2022
Alternativa
Tener cultura no consiste en saber muchos datos, dar bien las clases, dominar la química del carbono, ser especialista en el arte renacentista o poder curar enfermedades. Eso es estar instruido, ser un erudito en alguna materia.
Tener cultura es saber vivir como un ser humano, creciendo como persona, procurando el bien de todos y practicando el respeto, la generosidad y todos los valores, siendo libre y procurando que todos sean libres, creando las igualdades entre todos y no molestando a nadie.
La gran amenaza para el mundo y para sus habitantes es la incultura, el aumento del número de ciudadanos que no saben vivir como seres humanos ni les preocupa saberlo. No hablemos ya de quienes adoptan la responsabilidad de no dejar vivir a los demás como seres humanos.
En mi opinión esto es lo que está ocurriendo, y cada vez más.
O despertamos y procuramos acudir a la liberación de la cultura o caemos en las tinieblas mortecinas de las esclavitudes, de la mediocridad ordinaria, de las dictaduras interesadas y de la brutalidad.
En cada momento de la vida hay que optar en esta alternativa.
sábado, 27 de agosto de 2022
viernes, 26 de agosto de 2022
jueves, 25 de agosto de 2022
Los jueves, músicas nuevas. Marta Movidas
miércoles, 24 de agosto de 2022
martes, 23 de agosto de 2022
lunes, 22 de agosto de 2022
Los lunes, músicas nuevas. Nile Rodgers
domingo, 21 de agosto de 2022
sábado, 20 de agosto de 2022
viernes, 19 de agosto de 2022
jueves, 18 de agosto de 2022
Los jueves, músicas nuevas. Diamante y Junco
miércoles, 17 de agosto de 2022
martes, 16 de agosto de 2022
lunes, 15 de agosto de 2022
Para la alegría
Vamos a ver si hoy hacemos el intento firme de fijar nuestra atención en las pequeñas o grandes cosas bellas, estupendas y únicas que nos rodean, sin dejarnos arrastrar por los casos de brutalidad humana que con tanta facilidad observamos en el mundo. Son estas cosas las que deben alegrar nuestras vidas. Te invito a que lo hagas. Suerte para todos.
Los lunes, músicas nuevas. Whitney
domingo, 14 de agosto de 2022
En el reino de Petri Benítez
Hace unos días estuvimos con unos amigos en la Venta Melchor, en El Colorado, cerca de Conil. En la cocina de este restaurante, cómodo y modernizado con gusto, reina una de las mejores cocineras de la zona, entendiendo por zona la que abarca una buena cantidad de kilómetros a la redonda: Petri Benítez.
Yo creo que Petri Benítez es de las grandes cocineras porque muestra algo nuevo cada día, pero manteniéndose en un nivel de calidad altísimo. En su entorno hay estupendos productos de la huerta, carnes de calidad, magníficos pescados y el atún rojo de almadraba, que ella elabora como nadie. Con estos ingredientes extraordinarios, consigue platos tradicionales junto con novedades que te dejan no solo relamiéndote de gusto, sino pensando en cómo es posible que esas combinaciones de sabores puedan darse. Comer en la Venta Melchor es siempre una experiencia inolvidable.
El día señalado pudimos acordar con Petri compartir todos los platos. Hacía tiempo que, por diversas razones, no comíamos allí y nos apetecía recordar algunos sabores y descubrir otros nuevos.
De aperitivo nos puso unas papas y unas zanahorias aliñadas, cada cual a su manera, que nos despertaron los sentidos y el entendimiento. Le siguió un tartar de atún con algas de la zona y muy poco más, que estaba muy rico y sorprendente. Luego vino un espectacular revuelto de berenjenas con almejas, muy bueno. A continuación, unos chocos guisados al estilo de Conil, con un tomate frito riquísimo, y un delicadísimo calamar relleno. Ambos dignos de elogio y de mojar en sus salsas.
La ventresca de atún encebollada se deshacía en la boca y dejaba salir todo el sabor de una de las partes más nobles del pescado. Terminamos con media ración de berza de judías verdes, que era solo para probarla, pero que no pedimos otra media de milagro. De cada plato habíamos tomado un poco y no acabamos pesados ni mucho menos. La carta de vinos ha cobrado una dimensión estupenda, con referencias de casi todas las denominaciones.
A la salida nos despedimos agradecidos de Petri, de Juan Carlos y de Pepe, el camarero que nos atendió magníficamente. A mí, que estoy últimamente bastante preocupado con el mundo que estamos haciendo, se me ocurrió decirles que comer allí nos reconciliaba con el mundo. Tres comensales que estaban cerca lo oyeron y dijeron que estaban de acuerdo, que era eso lo que ocurría.
Una gozada.
Esa libertad es mentira
El valor básico es la libertad.
sábado, 13 de agosto de 2022
viernes, 12 de agosto de 2022
Mañana, un año más
Mañana sábado, el día de la semana que menos se lee en Internet, cumplo una vez más 45 años. Ya es demasiado tiempo cumpliendo los mismos años, así que el próximo, si se da la ocasión, cumpliré los 46.
Ante esta circunstancia quiero decir dos cosas. Una, que me gusta mucho la vida, que es hermoso vivir, pero que no me gusta absolutamente nada este mundo en el que vivimos. Cuanto más tiempo pasa, más responsable me parece el ser humano de la degradación que parecen disfrutar multitud de ellos. Estos seres rebajados ni tienen cultura ni la quieren tener, ni tienen conciencia de lo que son ni de lo que hacen ni quieren tenerla, ni saben nada de qué es un ser social ni quieren saberlo, ni se han dado cuenta de que existen valores ni quieren dársela. Podría ponerme escatológico calificando este mundo, pero prefiero limitarme a decir que no me gusta. No me gusta nada. Y disfrutar de la vida en un mundo que no me gusta no es sencillo. Demasiadas veces hay que transformar el vivir en un sobrevivir.
La otra cosa que quiero es dar las gracias a las personas y a las instituciones que hacen algo por que mi vida y la de los ciudadanos sea más agradable, más humana y pueda alcanzar estas cotas que empiezan a verse con un cierto vértigo. Gracias a mi familia; a mis amigos y amigas que, con exquisito respeto y enorme cariño, están a mi lado; a los diversos trabajadores que me dan cada día lo que necesito para vivir, a veces con un cansancio enorme y, a pesar de ello, con una sonrisa emocionante; a los buenos vecinos, que procuran que la vida diaria sea lo mejor posible; a los políticos buenos -que los hay, porque no todos son iguales-, porque estos políticos buenos buscan el bien de todos, son gente noble y generosa, y son los responsables de lo mejor que podemos encontrar en el mundo. Y a ti, lector o lectora, por la parte que te toca. A todos, muchas gracias por soportarme y por ayudarme a vivir.
jueves, 11 de agosto de 2022
Lo que me gusta y lo que no de la hostelería
He visitado recientemente varios lugares de este país. He disfrutado mucho con los buenos vinos que se ofrecen en muchos de ellos, con las cervezas frescas e hidratantes y con las tapas y platos diversos que se pueden encontrar. No en todos he obtenido la misma satisfacción, pero la decisión ha sido no volver a los establecimientos que no se lo merecían.
Las peores experiencias han sido en aquellos lugares en los que se notaba en seguida que el dueño lo que quería era ganar todo el dinero posible rápidamente y de cualquier manera. Por ejemplo, en un “gastrobar” de una ciudad cercana a Madrid me han llegado a cobrar más de 3 euros por una botellita de agua de 33 cl, si bien es verdad que me la acompañaron con una rodajita de pan, sobre la que aparecía una fina loncha de tomate, y todo ello coronado por una pequeña y seca sardina en conserva. Fue toda una invitación a no volver, claro. Otra variante de este tipo de establecimientos es la de aquellos en los que los camareros han sido adiestrados para hacer que el cliente pida el mayor número de platos posible. Así consume y paga más. Tampoco volví a ninguno de estos.
También se notaba mucho cuando el jefe estaba presente en el local, y mucho más cuando estaba ausente, dedicado, se supone, a sus cosas. Presencié cómo un bar se llenó, por lo que hacía falta ayudar a los camareros, y el jefe inmediatamente se puso a trabajar como el que más, echándole una mano a todos y procurando que los clientes estuvieran bien atendidos. Se nota en seguida cuando esto ocurre, al igual que cuando los camareros se sienten abandonados a su suerte en situaciones difíciles. Viví una de estas un viernes por la noche en un bar del sur, magníficamente atendido por un número claramente insuficiente de camareros, pero a costa de sufrir una experiencia estresante, sintiéndose desbordados por la aglomeración de personas y teniendo que tomar decisiones drásticas que no les correspondían a ellos, pero que no tuvieron otro remedio que tomar. El jefe, mientras tanto, estaba de vacaciones. Supongo que a la vuelta no tendrá el detalle de subirles el sueldo a los camareros y cocineros ni de contratar a algunos más, porque de lo que se trata es de reducir costes y de ganar lo más posible. Si para ello hay que reventar al personal y hacer que el cliente, mientras come y bebe, tenga que observar sus carreras, sus caras de cansancio y de angustia, y cómo son explotados por el jefe ausente, eso no importa. El criterio de la calidad ha dejado paso al de la cantidad de ganancias.
La política de exigir mucho trabajo, pero pagar poco está acabando con la profesión de servir a los clientes en bares y restaurantes. Conozco a muchos camareros que están deseando encontrar otra cosa en la que trabajar con mayor dignidad, y que no se imaginan haciendo durante toda la vida las labores que hacen ahora. He hablado con bastantes, que me han mostrado sus caras de cansancio en varias ocasiones y que me han dicho que no pueden más, que es demasiado y que así no aguantarán mucho tiempo. Los dueños que mantienen estas situaciones verán lo que hacen con el futuro de su propio negocio.
La cantidad, pero de comida y de grasa, es otra característica que lamentablemente he encontrado en varios lugares. Vas a uno de estos con tu pareja y, si quieres comer algo, tienes que pedir una ración entera, porque dicen que no les compensa poner medias raciones, ellos sabrán por qué. Y la ración entera es una montaña de lo que sea, frito en aceite ya con demasiada experiencia, del que se deja notar durante la noche y que hace que te acuerdes muy mal del local. Esa barbaridad de comida no te la comes ni en dos tandas, pero pueden cobrar más poniendo mucha cantidad, y eso es lo que importa.
He notado que los dueños de los locales, o los que diseñan las comidas y las bebidas, no suelen saber mucho de cómo sacarle un partido más razonable al negocio, pero saben aún menos de comidas sanas, que no hagan daño al comensal, que no sean fritos y más fritos y que puedan dar lugar a una ingesta algo equilibrada. Se agarran a lo tradicional y huyen de lo nuevo, no sé si por ignorancia o porque no se atreven a que el bajo nivel de la cultura gastronómica de la ciudadanía rechace las novedades. He pasado por lugares en donde en la mayoría de los establecimientos te ofrecían las mismas grasas saturadas presentadas de diversas maneras. Mientras la mayoría de los clientes trague, pague, calle y se vaya, nada cambiará.
También he pasado por sitios magníficos, en los que en la cocina había quienes pensaban bien los platos y los ejecutaban con maestría, y con camareros y camareras que atendían a los clientes con unas maneras estupendas y unos gestos que eran dignos de elogio. A todos y a todas se lo agradezco profundamente. Al fin y al cabo, entrar en un bar a tomarte una copa y comer algo es vivir un trozo de tu vida, y si alguien hace que ese trozo se viva bien, es digno de reconocimiento y de agradecimiento.





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