BARBARISMO.
Significa extranjerismo. En principio
barbarus significa extranjero (es una
onomatopeya, alude a un lenguaje
incomprensible, bar... bar...). Después, por los hechos de
destrucción de los bárbaros del
Norte, la palabra empezó a significar destructor.
Hay barbarismos que se han adaptado
bien al español, y adquieren una escritura que imita la
pronunciación originaria. Es el caso
de fútbol (football),
yanqui (yankee).
En otros casos la palabra se conserva
en su forma originaria: whisky, jockey,
el del hipódromo,
incluso manteniendo exóticas formas. Y
aunque la Academia recomiende güisqui, yóquey, es más
usual el término originario.
En algunos casos el barbarismo es
pronunciado muy correctamente, conforme a la lengua
originaria: ese deporte llamado hockey,
amateur, jazz, weekend, manager, hippie, collage... Aunque
hay palabras como vintage,
en la que curiosamente pronunciamos "vin" a
la inglesa y "tage" a la
francesa.
Pero el significado de barbarismo es
más amplio. Barbarismos son todas las incorrecciones
de todo tipo, las que se supone que
usarían los extranjeros al hablar nuestra lengua. Decir
metereología por meteorología,
liarla con prever y proveer (que da lugar a barbaridades como
preveyó o preveyendo),
líbido por libido (que en la tele es lo habitual), "el
otro área" por "la otra
área" (también habitual en la
tele). De incorrecciones nadie se libra. No somos perfectos, no
esperemos serlo al hablar o al
escribir. Solo hay que intentar hacerlo cada día mejor.
JERSEY.
Esa prenda de punto, que llaman en
América chompa, parece que se inventó en la
isla de Jersey, que está en el Canal
de la Mancha; sí, hombre, ese paraíso fiscal donde muchos
esconden el dinero. La prenda se
generalizó hace cien años, en el contexto de la primera guerra
mundial. Y en nuestra lengua arraigó
así, jersey, pronunciado con jota.
VÁTER.
Ahora somos muy cultos, sabemos leer
Jennifer, Jessica sin parpadear, pero hubo
épocas en que no éramos tan cultos,
se decía Richard Burton con u, o Gary Cooper con dos oes. A
principios del XX se generalizó en las
ciudades una novedad que en inglés se llamaba water closet
(gabinete del agua), el W.C. La w es la
única letra del español que tiene dos pronunciaciones:
la alemana de Wagner, Wenceslao o
Wamba, un antiguo rey de España o ese pueblecito de la
provincia de Valladolid; y la inglesa
de Washington. Pues water, a pesar de su origen inglés,
se
empezó a pronunciar a la alemana y
hasta ahora. En principio quedaba muy fino, era un eufemismo,
frente al vulgar retrete. Ahora se ha
normalizado y ya entra en la vulgaridad: "Tengo ganas de ir al
váter".
Un caso terrible, como el de ese
futbolista al que llaman James (así con jota, sin complejos, tal
como se lee).