miércoles, 3 de septiembre de 2014

Lo que veo cuando miro. Montoro



Coincidí una vez con el ciudadano Cristóbal Montoro antes de que fuera ministro en la presente legislatura. Me pareció entonces un ser maleducado, grosero, uno de estos seres molestos, de conductas bastas, que tienen por costumbre usar los espacios públicos como si fueran privados: están en los restaurantes como si estuvieran en el salón de su casa, van por la calle como si las aceras fueran pasillos de su propiedad y hacen el mismo ruido que si estuvieran solos en su inmenso cortijo.

Después de oír lo que como ministro ha dicho del señor Pujol, otro que tal baila, me confirmo en mi opinión. Me parece que el señor Montoro ha usado el ministerio público como si fuera un feudo de su partido. No habló como un ministro, sino como un miembro del PP. No habló como un hombre de Estado que ilustra a los ciudadanos sobre lo que deben hacer y lo que no se puede tolerar, sino que se olvidó de sus Bárcenas y aprovechó la oportunidad para sacar rédito partidista de su intervención y destrozar a los Bárcenas de los partidos rivales. Dio así muestra de su bajeza política, de su escasa catadura moral y de algo que me está doliendo últimamente: los personajes públicos están dando demasiados ejemplos de que hay que moverse por intereses privados, de que hay que usar los cargos, los puestos, las declaraciones y todo lo que se haga, no por un noble y limpio deseo de servir a la comunidad, sino porque les viene bien a sus propios intereses particulares.

Tolerando estas conductas y no reaccionando contra ellas, nos estamos ensuciando la mente y estamos ensuciando el país.

Buenas tardes.

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