Vamos a oír hablar de nuevo bastante sobre Ruiz Mateos, me parece a mí. Sin embargo, este personaje ya es conocido desde hace mucho tiempo y, bien mirado, no ofrece ahora ninguna novedad de interés. Sigue siendo el de antes, el mismo de siempre.
Puestos a conocer algo, sería más útil analizar el comportamiento de los cinco mil listos que, con una inversión mínima de 10.000 euros, han dejado en las arcas del patriarca nada menos que 140 millones. ¿Qué clase de ciudadanos son estos? ¿Qué tipo de personajes anda por ahí invirtiendo tan agudamente sus dineros en las aventuras de semejante lince? Al parecer no aprendieron con el espectáculo anterior de este mago de los negocios y por eso ahora están recogiendo juntos su pecado y su penitencia.
Yo creo que esto es lo que verdaderamente tiene interés: la torpeza sin remedio, por lo que se ve, de unos ciudadanos acostumbrados a no entender los hechos, sino a interpretarlos con criterios lejanos a la realidad, con prejuicios interesados o con soluciones ya preestablecidas. No entendieron nada de lo que Ruiz Mateos hizo en 1983, ni sus huidas hacia adelante ni sus juegos sin piedad con los trabajadores y con el dinero de los demás. Y no lo entendieron porque, como tantas otras personas, entablaron una relación con la realidad basada no en el pensamiento con afán de objetividad, sino en el odio al adversario, en el rechazo por principio y fueran cuales fueran las circunstancias de todo lo que hicieran los otros, los rojos, los socialistas o cualquiera que no colaborara con descaro a que el beneficio fuera el valor fundamental de la vida, cayera quien cayera y costara lo que costase. Yo creo que estos cinco mil linces todavía seguían creyendo ahora que todo aquello de Rumasa fue un golpe bajo de Boyer, de Felipe González o de los socialistas todos, y que el pobre Ruiz Mateos no fue más que la víctima de una vil maniobra de atraco. No se enteraron de nada porque, en lugar de mirar lo que tenían que ver para cococerlo, tenían las neuronas ocupadas mirando a los otros como una obsesión. Se han pasado toda la vida alimentando sus vísceras con todas las intereconomías y las copes que han encontrado por ahí y se han enviciado de tal manera que no han dudado en tirar la casa por la ventana en solidaridad con quien estúpidamente consideraban como el más listo de todos.
Estoy por asegurar que la Nueva Rumasa ha sido un intento que a Ruiz Mateos le ha brotado de su infinito sentido de la caridad y de la bondad. Ha visto que sus seguidores no se enteraban de nada, que seguían segregando más bilis que ideas y, en un arranque de corrección fraterna y de amor cristiano, les ha querido hacer ver lo equivocados que estaban, lo tontos que han sido y lo mucho que tienen que aprender para no seguir perdiendo sus dineros. Una actitud loable, sin duda, la de nuestro personaje. Lo que está por ver es si sus aportadores de fondos van a aprender, por fin, a ver los hechos como son y no como les dicen los otros listos que son o como les interese a ellos que sean. Tarea difícil que habrá que ver en qué acaba.