martes, 18 de enero de 2011

Chulo



No es que Jack tenga razón, es que tiene toda la razón. Tanta verdad cree tener en su mente que hay veces en las que su certeza le rebosa por el vaso de su realidad cotidiana y no tiene más remedio que hablar para decirle a los presentes cómo es el mundo y salvarlos así de su ignorancia. Esto le ocurre varias veces al día. Si hay conocidos delante o gente nueva que le interese, la frecuencia de sus exposiciones sube. Se desmelena, sobre todo, cuando le preguntan algo. Entonces Jack se cree el enviado del creador y se siente en la obligación de ilustrar a todo el que esté presente.

Lo más característico de su discurso es la certeza con la que lo manifiesta. Suelen ser disparates gruesos o estupideces enormes, pero él cree que son verdades definitivas y que el mundo debe ineludiblemente conocerlas. Siente una necesidad brutal de hacerse notar y para satisfacerla lanza al aire sus pensamientos. Los que le adulan le dicen que es superior a todos, pero él lo entiende como si toda la humanidad se lo reconociera. Mucha gente lo critica, pero Jack no los oye. Esta superioridad ficticia es la que le lleva a hablar incluso en contra de los suyos, de sus amigos, de los que le adulan, pero es tanta la distancia que él considera que le separa de los demás y tanta la verdad que atesora, que sería imperdonable callar.

Jack terminará mal. Ya está haciendo mucho daño a los demás y a él mismo. Ha perdido el norte y, lo que es peor, la brújula. Acabará solo, abandonado, maldecido, derrotado. Nunca ha comprendido ni comprenderá que dentro de un chulo siempre hay un tonto con el ego fastidiado.

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