Estos señoritos, en su chulería, se
olvidaron una vez más de que el mundo es de todos, no sólo de
ellos. Se olvidaron de que no se puede engañar impunemente a la
gente, de que a quien tomas por tonto, si no lo es, te acaba
descubriendo y rechazando.
No hay nada menos rentable que obligar
a los demás a ponerse a la defensiva porque se está así invadiendo
su libertad, sus derechos, su espacio existencial. Si los expulsas de
su mundo, en cuanto se den cuenta, nunca entrarán en el tuyo. Hay
muchos aficionados a gobernantes que no se dan cuenta de esto y,
torpeza tras torpeza, van desaprovechando sus oportunidades. Es lo
que les pasa a estos políticos chulos, poco inteligentes y que
sitúan su acción fuera del campo de la razón, que se dedican a
ordenar el mundo con sus criterios, en lugar de organizarlo con los
de todos, y que se creen con derecho a usar a los demás para
favorecer sus intereses particulares. Mentes simples, torpes y
peligrosas que deberían comenzar por no minusvalorar a los demás.
Siempre es el momento, pero ahora más,
de intentar crear un mundo en el que quepamos todos, de escuchar a
todos, de darle oportunidades reales a todos, de que una educación
crítica y veraz y una cultura que ayude a vivir puedan llegar a
todos, de que las condiciones materiales para vivir con dignidad
puedan estar a disposición de todos.
Ya es hora de que los señoritos se
bajen del burro que ellos creen cabalo. Y de que los que van en
burro, o incluso sin él, se den cuenta de que también tienen
derecho a aspirar a tener un caballo.