-Yo hago lo que me da la gana, ni más
ni menos. No acepto que nadie me dé órdenes, sobre todo si no lo
conozco. Me visto como me da la gana, y a quien no le guste que se
joda. A veces alguien me da la vara con las normas. No existen las
normas. Eso que llaman normas no son más que maneras de quitarle la
libertad a las personas y de esclavizarlas. Te lo repito: yo hago lo
que me da la gana, porque yo soy lo más importante, lo único
importante. ¿Por qué le voy a ceder el paso yo a nadie en una
acera, o a un peatón cuando quiere cruzar un paso de cebra? Somos
individuos, y cada uno va a lo suyo. Hay gente que se molesta con
nada: con una risotada, con un grito o con la música alta. Me da
igual. Tengo derecho a hacer lo que me dé la gana. Bastante es tener
que aguantar que no pueda fumar en donde me apetezca. Soy libre y
nadie puede quitarme mi libertad. La gente no sabe el gusto que da
hacer lo que a uno le apetezca en cada momento. La gente es muy
antigua y, además, muy artificial. Hay quienes no parecen seres
humanos, sino robots que cumplen reglas estúpidamente. Les diría
que descubrieran la nueva modernidad, la nueva naturalidad, pero no
se lo digo. No son más que unos viejos con pocas ganas de vivir y
con poco futuro. Que les den. -me dijo.
-¿Y tú qué le dijiste?
- Nada. Bastante tiene con elegir vivir
y morir solo.