Los científicos, después de mucho
trabajo, llegan a algunas conclusiones, que consideran válidas hasta
que no se demuestre lo contrario, y sobre las que mantienen dudas
razonables fuertemente afincadas en los hechos.
Los numerosos ignorantes que pululan
por la vida, sin hacer ningún estudio y sin tener ninguna idea
razonable de lo que dicen, están rebosantes de certezas, a las que,
encima, llaman verdades. Tienen un ego muy necesitado de tener
siempre razón y se aferran a cualquier chochera que el manipulador
de turno les diga: que si los aviones a reacción lo que hacen es
fumigar, que si las vacunas les meten en el cuerpo no sé qué asunto
y bobadas por el estilo. Al contrario que los científicos, que algo
saben de lo que tienen entre manos, estos no saben nada de nada, pero
no vacunan a sus hijos, no les importa contagiar sus enfermedades y
se entontecen y entontecen a sus iguales, con tal de creerse que
tienen razón, aunque no tengan razones.