Tal día como hoy de 1806 murió Vicente Martín y Soler.
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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
29 de enero de 2019
En la medida en que baja la cultura -que no es saber cosas, sino saber vivir-, desaparecen los valores conquistados.
28 de enero de 2020
Su belleza asaltaba a cualquiera y se introducía con fuerza a través de todos los sentidos. Sin embargo, ningún gesto, ningún valor llegaba a la mente para echar allí sus raíces y florecer. Era una belleza estéril.
27 de enero de 2020
Cada cual sabe lo que son unas manos bonitas.
Las manos, quizá por su propia estructura, ofrecen muchas posibilidades para que se muestre en ellas la belleza: la longitud de los dedos, la forma de las uñas, la tersura de la piel o la ligereza de los nudillos.
Pero, como en todo lo bello, el tiempo, esa suave e inexorable brisa que nos empuja a todos hacia donde él desea, se ceba en ellas.
En el tiempo las manos conservan siempre su belleza, pero cada día más como en un recuerdo, como invitando a que imaginemos lo que fueron a partir de lo que vemos.
Las manos van mostrando también lo mejor de la vida de la persona a quien pertenecen, sobre todo, si esa vida ha transcurrido llena de amor y de cariño.
En la forma de las manos van quedando las huellas de las caricias con las que han obsequiado a quienes han querido.
Cada día las manos se van adaptando a esas otras manos que le acompañan en la vida, se van moldeando para compenetrarse con ellas.
Su textura va dejando de ser la de la suavidad de una piel joven, para convertirse en la de una piel cálida, acostumbrada a mostrar el cariño con el suave movimiento acariciante de los dedos o con la generosa presión de estos sobre los del acompañante.
Las manos de la persona amada terminan siendo parte de nuestra propia piel, sentimos su discurso, notamos sus peticiones, sus deseos o sus dudas.
A veces las manos dicen más que las palabras que salen de la boca.
26 de enero de 2019
Nadie es absolutamente bueno ni absolutamente malo. Nadie es absolutamente inteligente ni absolutamente tonto. Todos somos más o menos de todo. Por eso es necesario que tengamos espíritu crítico para distinguir unas cualidades de otras, sobre todo en uno mismo, y también la suficiente nobleza para descubrir y admitir lo positivo que tienen los otros.