Recibí una educación basada en el
miedo. Miedo al padre, miedo a Dios, miedo al mundo, miedo al
castigo, miedo al futuro, miedo a todo, miedo a todos. Quitarse de la
cabeza ese criterio de actuación, metido a fondo en ella desde la
más tierna infancia, es una tarea que puede durar toda la vida.
Pero hay que hacer algo, porque no se
puede malgastar y desperdiciar la vida siendo esclavo del miedo. Lo
peor de este tipo de educación es que se instala en nuestras vidas y
da lugar a costumbres irracionales, a manías estúpidas que nos van
royendo la existencia.
Hay que reaccionar como sea. Cuando
aparece en nuestras vidas una posibilidad doble, una alternativa,
algo que puede salir bien o mal, el miedo nos suele hacer elegir la
más negativa, la que más nos hace sufrir, la más cruel, porque
hemos dejado que el miedo sea quien elija por nosotros.
A partir de ahora, de una manera
consciente y fuerte, y con las mayores ganas posibles de vivir bien,
yo he decidido elegir la más positiva. Por ejemplo, si voy a recoger
el resultado de unos análisis, voy a ir convencido de que van a ser
buenos. Si luego resulta que no lo son, ya veremos qué hacemos, pero
lo que no tiene sentido es estar angustiado y malviviendo porque
sospechemos estúpidamente que la realidad va a ser la peor posible.
Es un mal negocio perder la vida por culpa de una imaginación mal
formada, mal acostumbrada. Hay que procurar que el miedo no nos haga
perder el sentido de la realidad.
Buenas noches.