Sospecho que este post no le va a
gustar a todo el mundo, pero yo lo considero como una reflexión
necesaria y muy conveniente. El asunto es el de la vida y la muerte y
viene a cuento de una consideración que hacía días atrás una amiga,
en el sentido de que no entendía cómo no vivíamos todos cada día
de la mejor manera posible, con nuestras mejores galas y con la mayor
ilusión, como si fuera el último que fuéramos a vivir.
Creo que es real lo que dice esta
amiga. Observo que hay personas que no disfrutan de cada día, de
cada instante, como si lo fueran dejando para no se sabe cuándo.
¿Por qué hay personas que tienen unas ganas enormes de vivir y de
vivir bien y, en cambio, otras prefieren pasar por aquí de cualquier
manera y como si no les interesara demasiado?
A mí me parece que, en unas
condiciones materiales determinadas, la intensidad en la vida es
inversamente proporcional al miedo que esté metido en la mente de
cada persona. Durante mucho tiempo, el arma que más se usaba en la
educación heredera de la dictadura, en la Iglesia Católica y, en
general, en quienes querían dominar las voluntades de los demás era
el miedo. Una persona con miedo es más manejable y pierde las ganas
de vivir intensamente, no sea que le pase algo, le digan algo o le
condenen.
El gran miedo que estos poderes metían
en la cabeza de la gente era el miedo a la muerte. Tanto miedo tenían
a la muerte que ni se atrevían a pensar en ella. Para estas personas
acostumbradas a la baja intensidad vital, a vivir de cualquier
manera, la muerte era como si no existiera. No representaba la muerte
para ellas nada.
Y, sin embargo, es evidente que nos
vamos a morir. No sabemos ni siquiera cuándo, pero es seguro que nos
moriremos, porque eso es lo natural. Imagínate por un momento que no
nos fuéramos a morir nunca, que fuéramos inmortales. ¿Tendrías
alguna prisa, algún interés por hacer algo? No. Daría igual hacer
algo hoy o el año próximo o el siglo próximo. Ya se haría. ¿Qué
prisas habría? Ninguna.
Si no piensas en que te vas a morir,
vives como si fueras a ser inmortal. Si, por el contrario, te das
cuenta de que somos limitados, que nos vamos a morir aunque no
queramos, lo que te entra es una enorme urgencia por vivir. Tienes
que llenar todos y cada uno de tus días de vida porque si no lo
haces, desperdicias tu tiempo y tu propia vida. Y tienes que vivir de la
mejor manera posible, porque no tiene sentido alguno hacer las cosas
mal, pudiéndolas hacer bien. Nadie hace la comida mal por gusto,
sino que intenta que le salga rica para que sea más placentera. Lo
mismo ocurre con la vida. Y dado que nos vamos a morir todos y que la
vida es de todos, tenemos que procurar vivir todos y de la mejor
manera posible.
Así que sé que me voy a morir y que
nos vamos a morir todos. Por eso tengo unas ganas enormes de vivir,
de que vivamos y de que vivamos bien. Y por eso me emociona ver a
personas vivas, que rebosan vida por todos sus poros. Vivirán de una
manera o de otra, pero huelen a vida, saben a vida, se les nota que
están vivas. Si quieres vivir bien, procura recordar que te vas a
morir. Buenas noches.