lunes, 28 de abril de 2014

Buenas noches. Muerte y vida



Sospecho que este post no le va a gustar a todo el mundo, pero yo lo considero como una reflexión necesaria y muy conveniente. El asunto es el de la vida y la muerte y viene a cuento de una consideración que hacía días atrás una amiga, en el sentido de que no entendía cómo no vivíamos todos cada día de la mejor manera posible, con nuestras mejores galas y con la mayor ilusión, como si fuera el último que fuéramos a vivir.

Creo que es real lo que dice esta amiga. Observo que hay personas que no disfrutan de cada día, de cada instante, como si lo fueran dejando para no se sabe cuándo. ¿Por qué hay personas que tienen unas ganas enormes de vivir y de vivir bien y, en cambio, otras prefieren pasar por aquí de cualquier manera y como si no les interesara demasiado?

A mí me parece que, en unas condiciones materiales determinadas, la intensidad en la vida es inversamente proporcional al miedo que esté metido en la mente de cada persona. Durante mucho tiempo, el arma que más se usaba en la educación heredera de la dictadura, en la Iglesia Católica y, en general, en quienes querían dominar las voluntades de los demás era el miedo. Una persona con miedo es más manejable y pierde las ganas de vivir intensamente, no sea que le pase algo, le digan algo o le condenen.

El gran miedo que estos poderes metían en la cabeza de la gente era el miedo a la muerte. Tanto miedo tenían a la muerte que ni se atrevían a pensar en ella. Para estas personas acostumbradas a la baja intensidad vital, a vivir de cualquier manera, la muerte era como si no existiera. No representaba la muerte para ellas nada.

Y, sin embargo, es evidente que nos vamos a morir. No sabemos ni siquiera cuándo, pero es seguro que nos moriremos, porque eso es lo natural. Imagínate por un momento que no nos fuéramos a morir nunca, que fuéramos inmortales. ¿Tendrías alguna prisa, algún interés por hacer algo? No. Daría igual hacer algo hoy o el año próximo o el siglo próximo. Ya se haría. ¿Qué prisas habría? Ninguna.

Si no piensas en que te vas a morir, vives como si fueras a ser inmortal. Si, por el contrario, te das cuenta de que somos limitados, que nos vamos a morir aunque no queramos, lo que te entra es una enorme urgencia por vivir. Tienes que llenar todos y cada uno de tus días de vida porque si no lo haces, desperdicias tu tiempo y tu propia vida. Y tienes que vivir de la mejor manera posible, porque no tiene sentido alguno hacer las cosas mal, pudiéndolas hacer bien. Nadie hace la comida mal por gusto, sino que intenta que le salga rica para que sea más placentera. Lo mismo ocurre con la vida. Y dado que nos vamos a morir todos y que la vida es de todos, tenemos que procurar vivir todos y de la mejor manera posible.

Así que sé que me voy a morir y que nos vamos a morir todos. Por eso tengo unas ganas enormes de vivir, de que vivamos y de que vivamos bien. Y por eso me emociona ver a personas vivas, que rebosan vida por todos sus poros. Vivirán de una manera o de otra, pero huelen a vida, saben a vida, se les nota que están vivas. Si quieres vivir bien, procura recordar que te vas a morir. Buenas noches.


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