martes, 20 de septiembre de 2016

Buenas noches. Ceder el paso



Cederle el paso a las mujeres, por ser mujeres, (ojo: estoy hablando de la actitud y de la intención con la que se hace) es, sobre todo, una manera de tratarlas como seres diferentes, con quienes conviene tener detalles de ese tipo en asuntos secundarios, en lugar de tratarlas con igualdad real en todos los asuntos, incluidos los importantes. Es, además, una antigüedad y una ordinariez. Otra cosa es ceder el paso a cualquier persona con la que se vaya, sea hombre o mujer, si eso va a significar para ella una ventaja.

A quien, sin ninguna duda, hay que cederles siempre el paso y hay que procurar que discurran siempre delante de nosotros es a todos los que presenten signos inequívocos de gilipollez. Por ejemplo, a esos individuos que ves pasar a toda velocidad desde el paso de cebra, o a los ciclistas que bajan una cuesta por la acera como si estuvieran bajando el Angliru, o a quienes van por la calle hablando a gritos de cualquier cosa que no nos interesa, o a quienes van con la música cansina puesta en el móvil sin auriculares, o a quienes van apestando por cualquier parte o a quienes molestan de manera estúpida. A todos esos y a todas esas hay que cederles el paso para que se alejen pronto. Tenerlos delante es, por otra parte, mucho más seguro que tenerlos detrás, porque los controlas y ves lo que hacen.


Mi abuela solía despedir a cualquiera diciéndole 'Vaya usted con Dios', pero si se trataba de alguno de estos pelmas molestos, le decía 'Vaya usted mucho con Dios', como queriéndole decir que se fuera tanto con Dios como para que se quedara allí con él. Yo, cada vez que veo a un cretino con esa existencia veloz o ruidosa, también se lo digo. 

Buenas noches.

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