Yuval Noah Harari da cuenta en Sapiens. De animales a dioses del que quizá es el primer testimonio escrito sobre la relación entre hombres y mujeres. Se trata de un hueso utilizado como oráculo 1.200 años antes de nuestra Era, sobre el parto de una tal señora Hao: “En un día jiayin nació el hijo. No hubo suerte. Era una niña”. A partir de ese hay numerosos testimonios de sociedades en todo el mundo en las que la mujer era considerada una mera propiedad de los hombres (padres, maridos o hermanos), con la que se comerciaba como con cualquier otra y que carecía de más derechos que una vaca o una gallina. De hecho, en los casos de violencia contra una mujer la víctima era el “propietario” y hasta fechas muy recientes aún persistía esa mentalidad en Occidente (plenamente vigente en otros lugares del mundo), de modo que una mujer, por ejemplo, violada, era castigada a ingresar en un convento o a sufrir la alienación social, mientras el marido buscaba reparación para su honor: el suyo y el de la familia, no el de la mujer...
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