-Abra bien la boca -me dijo.
Tras acercarme una jeringuilla a la encía, añadió:
-Cierre un poco la boca.
Sentí un leve pinchazo. El procedimiento se repitió en una segunda ocasión.
-Vamos a esperar un rato a que haga efecto la anestesia.
Pasaron unos minutos y se dispuso a horadar un hueco en la encía en el que colocar un implante. Se sentó detrás de mí, cogió el aparato correspondiente, lo encendió y, cuando iba a proceder a aplicármelo en la encía, sobrevino el apagón.
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