¿Por qué se empañará Esperanza Aguirre en decir y en
escribir que los profesores “tienen que completar su horario hasta las veinte
horas semanales”? El problema sangrante es que no habla de “horario lectivo”,
es decir, de las horas de clase, sino de “horario”. Cualquier persona no
versada en estos temas, como, por ejemplo, Ana Botella, podría hacerse la idea
de que un profesor de un Instituto trabaja sólo veinte horas a la semana y que después
se dedica a vivir la vida plácidamente. La Sra. Aguirre, con sus lamentables
intervenciones, está ayudando a que la figura del profesor quede peor parada
aún de lo que lo está actualmente en la sociedad. ¿Por qué lo hará?
Cualquiera sabe por qué hace y dice estos disparates. Hay
mentes tan simples que, paradójicamente, son difíciles de indagar. Es posible
que la ignorancia con la que aborda tantos temas le haga desbarrar también en
éste, a pesar de ser la responsable última de las decisiones que se toman en el
Gobierno de la Comunidad. Cabe pensar, quizás, en la hipótesis de que voluntaria
e intencionadamente quiera desprestigiar a los profesores y, de paso, a la
enseñanza pública. Esto estaría de acuerdo con sus objetivos privatizadores. Y
cabe, también, la posibilidad de que lo que esté haciendo sea comparar la
situación de la enseñanza pública con la de la privada, que puede que sea la
que más conozca por voz de los empresarios del ramo. En esta última, los
profesores, que no han sido obligados a sacar ninguna oposición, suelen dar
bastantes más horas de clase, imparten las asignaturas que han estudiado en la
carrera o las que haga falta para la buena marcha del negocio educativo, las
dominen o no, y su vida laboral está sujeta férreamente a lo que le digan los jefes
en el Centro, sabiendo que si no cumplen sus consignas o sus condiciones, hay
muchos esperando para sustituirlos. Ante este tipo de explotación, que es la
que defiende la Sra. Aguirre con sus deseos privatizadores, ¿no le parecerá que
los profesores de la enseñanza pública son unos privilegiados teniendo unas
jornadas de trabajo más racionales, que les permiten preparar las clases, reunirse,
corregir bien los ejercicios y hacer actividades de otro tipo para lograr una
mayor calidad de la enseñanza? ¿No será que a la Sra. Aguirre la educación y la
calidad de la educación le traen al fresco y que lo que quiere no es más que
sacarle rentabilidad económica a cualquier puesto de trabajo, sea como sea? No
nos engañemos. A un neoliberal la calidad, aunque sea de la educación, le
importa un pimiento. Lo que quiere es que todo aporte algún beneficio monetario
¿Será esto lo que quiere decir la Sra. Aguirre, en nombre de sus
correligionarios negociantes?
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