miércoles, 5 de mayo de 2010

Inteligencia


Los conocimientos se muestran en las respuestas, pero la inteligencia se demuestra a la hora de hacer preguntas.

martes, 4 de mayo de 2010

Pañuelo / 5


Me equivoqué de escenario y saqué el tema del pañuelo en ambientes no propicios, con lo cual me vi en la necesidad de llevar una conversaciones contra la pared de quienes se empeñaban, contra viento y marea, en sostener una defensa de sus posturas sin argumentos.

- Hay que ver -dije-, se empeñan en meternos a todos la fiesta católica del Corpus y, encima, no dejan que una chica vaya a clase con el pañuelo. Parece que sólo vale lo de una religión.

- Pues claro –me contestó, entre sorprendida y casi ofendida-, es que estamos aquí, y el extranjero que viene se tiene que adaptar a las costumbres de aquí. Yo, cuando fui a Tailandia, me tuve que comprar una falda larga porque no querían que fuese enseñando la piernas.

- Pero si te pareció mal que no te dejaran ir como tú querías, ¿por qué lo reproduces aquí y te empeñas en que los demás vayan como tú quieres, no como quieren ellos?

- Porque en cada sitio tienen sus costumbres y hay que adaptarse a ellos.

- Pero, si te pareció mal en Tailandia, ¿no te parece mal también que ocurra aquí?

Y terció una tercera persona, a la que le agradecí su intervención, porque yo, ante tal renuncia a la libertad personal, no tenía ganas de decir nada más. Si la libertad consiste en adaptarse incondicionalmente a costumbres que no muestran su racionalidad ni que te dejan ser tú mismo, está claro que mi mundo no es de ese reino.

Como yo estaba cansado y creo que hay cosas que no aprendo, media hora más tarde y creyendo que estaba en territorios ilustrados, vuelvo a sacar el tema. Arrecian en este caso las palabras en favor del prohibicionismo. Mis interlocutores insisten en no situarse en una perspectiva religiosa para analizar el tema del pañuelo, con lo cual estoy yo muy de acuerdo. Uno me dice que es que con el pañuelo las chicas, al llevar los oídos tapados, no oyen bien. Le digo que oyen perfectamente, según he observado, pero no cala mi testimonio. Otro dice que si toleramos el pañuelo, tendríamos que admitir también que un alumno fuera a clase con un casco de astronauta o con un sombrero mexicano. Arguyo que, mientras no creen un conflicto de orden público o no provoquen un caso de inseguridad, como el caso del burka, por mí pueden ir como quieran. De lo que se trata, digo, no es tanto de prohibir, sino de analizar racionalmente si es sano o si molesta ir con tales indumentarias, para que sea el propio sujeto el que decida lo que debe hacer. Educar creo que es convencer, no imponer ni prohibir. Otra me dice que es intolerable que las niñas vayan enseñando el tanga o los pechos. Les digo que eso lo hacen con una naturalidad y una falta de intención que no tienen nada que ver con nuestra mirada ya viciada de adultos educados en un catolicismo ñoño. Obtengo poco éxito. El más insistente de mis contertulios expone repetidamente la necesidad de que haya unos mínimos que se tengan que respetar en los espacios públicos.

- Pero ¿cuáles son esos mínimos, aparte de los del orden público y la seguridad, y cómo se salva la libertad de cada cual de ir como elija? Y ¿quién pone esos mínimos?

- El Gobierno. Los mínimos los debe poner el Gobierno, que debe regular la vestimenta de la gente en los espacios públicos.

Me acuerdo del artículo 14 de la Constitución, que dice que los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Y también de los dos primeros artículos de la Declaración de los Derechos Humanos, que van en la misma línea. Pero opto por recordar lo tarde que es y la necesidad de comprar naranjas, que se acabaron esta mañana.

Espero que no lleguemos a que un Gobierno me diga lo que me puedo poner encima. Espero, mujer que me lees, que ningún Gobierno te diga la longitud que debe llevar tu falda, la amplitud posible del escote de tu vestido o si puedes mostrar el ombligo o no. Espero que las libertades sigan siendo un valor en este país. Uf.

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lunes, 3 de mayo de 2010

Alegría


Alegría. Alegría. No busques la alegría por ahí fuera, porque la alegría brota de ti cuando actúas como un ser humano, cuando tu vida está de acuerdo con lo que realmente eres.

Creo que el despiste en la vida aparece cuando las grandes aspiraciones agradables se buscan directamente, sin advertir que estas metas, como son la felicidad, la alegría, la paz, son consecuencias de lo que se hace en la vida. Si las buscas, no las encuentras, pero si no las buscas, sino que te preocupas por ser realmente humano en tu actuación, surgen delante de ti y se te introducen en la vida.

viernes, 30 de abril de 2010

Pañuelo / 4

La tolerancia, como dijo el poeta Walt Whitman, es la capacidad de ver no a un blanco o a un negro o a un judío o a un musulmán, sino a un ser humano. Las escuelas que, de una manera innecesaria y absurda, prohíben acudir a los alumnos vestidos con las ropas que ellos han elegido y que no atentan contra nadie creo que hacen gala de una mentalidad intolerante.

Platón, en su sistema racionalista, defendía que el gobernante debería ser el sabio y que su característica más importante sería la prudencia. La condesa gobernanta de la Comunidad de Madrid ha sido muy imprudente afirmando que en su opinión se debería prohibir que las alumnas musulmanas acudieran a clase sin cubrirse la cabeza con el hiyab. Y, como ya he manifestado en este blog, es también muy hipócrita defendiendo medidas institucionales acordes con una religión y prohibiendo, a la vez, actitudes individuales propias de otra. Un alarde de arbitrariedad muy peligrosa en manos de una política intelectualmente inmadura.

La intolerancia de un Consejo Escolar de una escuela que dicta a su capricho medidas absurdas y sin justificar racionalmente, junto con la ignorancia, la hipocresía y la imprudencia de una gobernanta acostumbrada a hacer y decir lo que le viene en gana han provocado la reacción de las asociaciones de musulmanes residentes en España que temen que se recorte la libertad religiosa en el país, si es que el hiyab se convierte en un arma electoral y se dificulta a las alumnas musulmanas el ejercicio de su derecho a la educación. Una gratuita espiral que esperemos que no acabe en sufrimientos y en dificultades.

Mierda de país. Aquí todavía hay mucha gente que quiere mandar sobre los demás. Aquí abundan lamentablemente los que no tienen un concepto sano de lo que es la libertad, ni de lo que son las libertades ni los derechos individuales ni la democracia. Aquí todavía hay muchos que intentan tapar su propia incapacidad dando lecciones sobre cómo deben actuar los otros. Aquí mucha gente se empeña en crear un mundo en el que cada vez sea más difícil vivir para más gente. No sé en qué acabarán estas actitudes y esta situación.



jueves, 29 de abril de 2010

Gracias


Gracias. Las gracias son regalos, dones, realidades que aparecen en tu vida sin que las hayas pedido y sin que las hayas encargado. La vida te puede dar gracias. Para que ocurra, tienes que tener una información adecuada y ser lo suficientemente astuto como para buscar lo diferente, lo interesante, lo valioso. Entonces la vida te suele regalar un plus, una gracia.

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miércoles, 28 de abril de 2010

Día Mundial contra el Ruido


ESCUCHA EL SILENCIO.


HOY, MÁS QUE HABLAR, ESCUCHA A LOS OTROS .


ESCÚCHATE UN POCO.
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VUELVE A SABOREAR LA PAZ.
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EN EL SILENCIO SE OYE TODO.


ESCUCHA.

Pañuelo / 3



¿Se debe regular el uso del velo por parte de las mujeres musulmanas? Esta es una de las preguntas que late en las discusiones que de manera tan poco clara se plantean en muchos sectores de la sociedad actual.

No creo que nadie defienda la necesidad de regular el uso de los zapatos deportivos, a pesar de que los pies de los jóvenes sufren en gran medida sus efectos. Tampoco, aunque hay gente para todo, creo que admitirá nadie que en los Centros educativos se impida a los alumnos o alumnas ir sin mangas o con pantalón corto. Ni me parece que nadie se empeñará en crear una norma para que curas y monjas dejen en su casa sus uniformes y vayan por la vida como si fueran ciudadanos comunes. Si esto es así, ¿con qué argumentos se crean normas en los organismos públicos que impiden que una mujer vaya vestida como le venga en gana? Los derechos individuales son derechos de cada persona y nadie debe inmiscuirse, salvo que genere un problema de orden público, en regular su ejercicio. Y seamos sinceros: ¿quién genera el posible problema de orden público, la mujer que usa un hiyab o la norma que lo prohíbe? Una mentalidad más abierta, como es, por ejemplo, la británica en estos temas, ayudaría a normalizar una situación que está siendo manejada mediáticamente por las personas de actitud más intolerante.

Creo que una cosa es que, en una sociedad libre y democrática, las familias y los profesores traten y debatan con los alumnos las condiciones higiénicas y de respeto que deben tener los atuendos de cualquier ciudadano, aportando argumentos científicos, estéticos o culturales para que puedan decidir por sí mismos y con conocimiento de causa cómo ir vestidos, y otra muy distinta es que alguien se dedique a regular a su capricho y sin argumentos racionales la vestimenta que deben usar los demás, prohibiendo o tolerando pañuelos, gorras, tirantes o lo que les dé la gana.

Y otra cosa totalmente distinta, que no tiene nada que ver con estos asuntos pero que muchos los mezclan sin saber lo que hacen, es que desde las instituciones públicas se promueva la exhibición en lugares públicos de símbolos religiosos. Esto sí que no se puede tolerar, ni ética ni estéticamente, porque supone la imposición a todos de lo que sólo es válido para unos pocos.

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martes, 27 de abril de 2010

Ideologías


No sé cuál es la función que cumplen las ideologías en algunas personas. Conozco a algunas de derechas que, siendo coherentes con sus ideologías, defienden la no intervención del Estado en la vida económica, pero que cuando a ellas les va mal, no dudan en pedir que el Estado les arregle su situación interviniendo y favoreciendo sus intereses. Conozco también a otras que se reconocen de izquierdas y que, en lugar de enviar a sus hijos a la escuela pública, lo cual no entraría en contradicción con sus ideologías, los tienen inscritos en la privada, afirmando ingenuamente, además, que les gustan los valores que les transmiten allí.

¿Para qué quieren sus ideologías estas personas, si dicen pensar de una manera y, en cambio, viven de otra? ¿Qué función psicológica cumplen en ellas las ideologías? Desde luego, la de ser un criterio según el cual andar en la vida no es. ¿Será la de alimentar e intentar justificar un cierto odio hacia determinadas personas o hacia determinados sectores de la sociedad?

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lunes, 26 de abril de 2010

Pañuelo / 2

El uso del velo, o el no uso del mismo, es un derecho individual de una persona que lo ejerce vistiendo como le parece oportuno. Los motivos por los que decide ir con ese atuendo pertenecen al ámbito individual y sagrado de su conciencia, al igual que radica en él la razón por la que puede ponerse unos zapatos de tacón alto y horma puntiaguda que le machaquen los pies o una falda muy corta o muy larga. Lo que haga con su vestimenta es cosa suya.

Lo que no pertenece a ninguna conciencia individual es que la señora condesa que gobierna a su antojo la Comunidad de Madrid tolere y propugne que el día 3 de junio se celebre en toda la región la fiesta del Corpus Christi. Esto sí que es obsceno, porque es imponer políticamente a católicos, cristianos, musulmanes, hindúes y ateos la celebración civil de una fiesta de una religión concreta. ¿Por qué el calendario laboral tiene que estar teñido de una religión, o, incluso, de la religión en general, y la vida privada de una persona no va a poder estarlo? Y, por si no fuera poco, la señora condesa se permite el lujo de manifestar en público que ella prohibiría a las alumnas musulmanas el uso del velo en la escuela. ¿También el de las monjas? ¿Fiesta del Corpus sí y velo no? Esto se llama hipocresía. O chulería política.
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viernes, 23 de abril de 2010

Miedo


Insisto en el tema del miedo. Lo he explicado también en clase. Toda la educación tradicional está organizada en torno al miedo. Le llamaban temor de Dios, pero no era más que vivir temiendo que todo terminara en la condena eterna del infierno, en lugar de en el paraíso. Si no vivías de una determinada manera, poco excitante y nada apetecible, podías acabar mal tus días. Te pintaban un infierno inhumano, con tormentos eternos y sufrimientos insoportables. Cuando ya te habían inoculado el gran miedo, comenzaban con los miedos más cotidianos. Miedo a tu padre, más que a tu madre. Miedo a las autoridades, a los profesores, al qué dirán, a los vecinos, a la gente, a cualquier cosa. Se trataba de crear seres dóciles, sin capacidad de protesta ni de reivindicación, cuyo móvil para actuar fuera siempre acompañado por el miedo.

Lo peor de todo era que no actuabas por convencimiento, porque tu razón te impulsara a hacer tal cosa o a encaminarte en determinada dirección, sino que todo lo hacías por miedo. Estudiabas por miedo, te relacionabas con miedo, te divertías con miedo, decidías con miedo y terminabas dándote miedo de no tener miedo en alguna ocasión.

Cuando decidías –si lo decidías- quitarte el miedo de encima, te dabas cuenta de que lo que habían tatuado en tu alma desde tu tierna infancia era prácticamente imposible de quitárselo del todo. Si haces que lo primero que vea un pato recién nacido sea un pato de trapo, pensará durante toda su vida que ese muñeco es su madre y no se separará de él. Es una impronta que le durará toda su vida. Así ocurre con el miedo.

No le metas a tu hijo el miedo en el alma ni, mucho menos, a tu hija. Hazlos fuertes. Acostúmbralos a que actúen por convicciones y no por miedos. Búscate tú también los miedos en tu interior, ponlos debajo del tacón y písalos con toda la fuerza que te den tus ganas de vivir. Que no te dé miedo hacerlo.


jueves, 22 de abril de 2010

Pañuelo / 1


Hay actualmente una polémica sobre el derecho al uso del velo por alumnas de cultura o de religión musulmanas. Al parecer, el problema está en si se les permite asistir a clase con el hiyad, el pañuelo que les cubre el pelo, o si, por el contrario, se debe prohibir su uso.

Reconozco que, como siempre que hay valores y derechos en conflicto, la solución es difícil. Por eso, te invito a que pongas aquí tus argumentos o tus reflexiones, con el ánimo de que podamos aclararnos todos un poco más.

Lo que a mí se me ocurre sobe este asunto es lo siguiente:

  1. El problema del velo es muy complejo porque no puede ser interpretado únicamente en clave religiosa. Ya desde este punto de vista es controvertido aun dentro del propio Islam. Pero es que, a la vez, el velo tiene un componente machista, de dominación de la mujer por parte del hombre, otro componente de identificación cultural, otro de moda, otro de imposición familiar y, no sé si por fin, otro de libre elección personal. Simplificar el problema considerando únicamente el componente religioso es no entender la situación y ponerse en riesgo de cometer un disparate.

  2. Creo que hay que tener presente que el uso del velo es un derecho individual. Y los símbolos religiosos pueden enfocarse o bien desde una perspectiva individual o bien desde una colectiva, institucional. Quiero decir que es distinto plantearse si se ponen crucifijos en las clases que si una alumna se pone el velo. En el primer caso, la institución obliga a todos a participar de un símbolo religioso. En el segundo, cada cual se pone o se quita lo que quiere, sin que se obligue a los demás a hacer lo mismo ni a participar de ninguna simbología.

  3. Una vez conocí a una profesora que no permitía que, en la época del calor, las alumnas fueran a clase con una camiseta de tirantes, es decir, sin mangas. A mí me parecía ridícula tal pretensión por lo que tenía de imposición a los demás de una elección propia. ¿Con qué derecho obligaba la profesora a las alumnas a ir a clase como a ella le daba la gana? Una cosa es debatir sobre la idoneidad de un determinado atuendo para asistir a un sitio o a otro y otra es imponer criterios propios a los demás. Creo que se debe debatir con argumentos racionales sobre por qué no conviene ir a un concierto en el Auditorio Nacional en chándal ni a una discoteca en calzoncillos. Pero otra cosa bien distinta es obligar a los demás a que vayan como uno cree que deben ir.

  4. Yo tengo en clase alumnas que van con velo. Por una idea básica de respeto, no me he atrevido nunca a preguntarles por qué lo hacen ni mucho menos a decirles que se lo quiten o que se lo pongan. Lo que sí he hecho es debatir asuntos que creo que pueden ayudarles a que ellas mismas confirmen que deben ponérselos o a que decidan que deben quitárselo. Por ejemplo, he contado las razones higiénicas por las que no es conveniente permanecer en lugares cerrados con la cabeza cubierta, ya que el pelo sufre un calor excesivo y puede caerse. He hablado también de las costumbres machistas de obligar a la mujer a vestirse de una determinada manera y del machismo asumido por algunas mujeres que ven como normales estas reglas impuestas por los hombres. Pero esto lo hemos debatido todos y todas, tanto los que pretenden ir a clase con una gorra puesta como las que van con el velo o los que no llevan ninguna de las dos coass. Y, en lo individual, allá cada cual con su atuendo y con su pelo y con su imagen y con su vida. ¿Van a salir mejor formados como personas si se les obliga a ponerse el velo o a quitárselo? Lo que nos forma es saber el por qué de cada norma.

  5. El por qué de cada norma. Me parece que esta es la clave. El 70% del calor corporal tiende a salir por la cabeza. Si estás en un lugar en el que no hace frío y te cubres la cabeza, el pelo sufre un sobrecalentamiento dañino para él. Esto es lo que hace, por ejemplo, que en los pueblos en donde los hombres tienen la costumbre de ir siempre con la boina puesta muchos de ellos estén calvos. Lo que te hace cumplir una norma es su racionalidad. Y la razón, no el interés o el capricho, debe suministrar argumentos universales, válidos para todos.

Recuerdo que una vez presenté esto ante un grupo de profesores como el argumento que justificaba el que los alumnos no fueran con gorra a clase y como lo que había que decirles para convencerlos. Algunos profesores ponían cara de extrañeza y otros claramente se reían. Participaban de la idea de que las llamadas normas de educación son como caprichos establecidos que hay que cumplir de manera más o menos ciega y automática. Esto es muy pernicioso. Cada norma debe tener detrás una razón que haga ver la necesidad de cumplirla. Si no es así, hay que buscarla y, si no se encuentra, no hay por qué cumplirla. No somos marionetas cumplidoras de normas, sino seres humanos que debemos actuar racional y libremente.

  1. No acabo de entender que quienes se empeñan en defender que en la escuela pública se den clases de religión se permitan el lujo de opinar que las alumnas no deben usar el velo. Creo que quien piense así muestra un extraño perfil intelectual y una dosis de hipocresía que lo hacen peligroso para la convivencia en la sociedad.

  2. Pero esta es mi opinión, que sigue en proceso de búsqueda de elementos que la perfilen un poco más. No sé si tú querrías decir algo.

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miércoles, 21 de abril de 2010

Moderno


Quería ser moderno, así que me teñí unas mechas en el pelo y me dejé una discreta crestecita en el centro de la cabeza, me hice un par de tatuajes en los brazos y otro en la pierna, me puse un pendiente en la oreja y me incrusté un piercing en la ceja. Me puse una camiseta con dibujos potentes y unos pantalones vaqueros rotos y con varios bolsillos bien marcados. Una chupa que simulaba ser de piel vieja, unas gafas de sol pegadas a la cara y unas deportivas bastante grandes completaban mi atuendo. Me parecía que, más que moderno, era casi contemporáneo.

Cuando ya había interiorizado mi nuevo atuendo y lo llevaba con naturalidad, me encontré por la calle a un viejo conocido, al que había dejado de tratar porque era un odioso y un creído, y el muy imbécil me soltó:

“Has variado mucho de look, pero no has logrado quitarte la expresión de estúpido de tu cara ni cambiar tus modales ordinarios.”

Pensé que hay gente que tiene muy mala leche y que debería callarse para no hacer daño.


martes, 20 de abril de 2010

Incompetencia / 2

Foto tomada del diario El País

Pero la favorita de la condesa lideresa y anglófila confesa ha organizado en su departamento otra manifestación de manifiesta incompetencia. Quieren promocionar los colegios e institutos bilingües. Basta con que en ellos se den dos asignaturas en inglés, pero a eso lo llaman bilingües. Cuesta el proyecto unos 13 millones de euros, pero en propaganda, en época de restricciones de todo tipo en educación, se han gastado casi 2 millones de euros. Aún no he oído a nadie de la oposición que haya puesto el grito en el cielo ni en la mesa protestando por tal disparate.

El caso es que el eslogan que usan en la propaganda es una parodia del Yes, we can, de Obama. En este caso es Yes, we want. El caso es que esta es una frase mal construida en inglés, puesto que el verbo exige la compañía de un complemento directo para que la sintaxis funcione. De manera que para fomentar el estudio del inglés, tampoco tienen inconveniente en emplear una frase mal construida, incorrecta. También da igual. Lo importante es el fin que se pretende conseguir. Los medios empleados no importan. Neoliberalismo por todas partes. Gente tragando disparates por doquier. La incompetencia sentada en el sillón del poder. La mediocridad dirigiendo los destinos de los ciudadanos. La anestesia contaminando el aire que respiramos y las ideas que consumimos. Nadie ha pedido disculpas por el uso del dinero público para estos disparates. Seguimos tragando.

lunes, 19 de abril de 2010

Incompetencia / 1


La condesa, esa que va de lideresa y que se pone tan tiesa para gobernar la res publica de Madrid, no está teniendo últimamente mucha suerte con la corte de yernos y nueras de la que se rodea para ejercer lamentablemente su oficio de regir los destinos de los que ella trata como a sus súbditos. Entre espías, gürtelistas, dimisiones y disparates surtidos, la cosa está como está desde hace tiempo, sin que la clientela se dé cuenta de cómo le viene la tormenta.

Una de sus nueras, quizás su favorita, encargada de los asuntos de la Educación, tiene el reciente honor de haber generado en su Departamento dos sucesos dignos de mención y de los que queremos dejar aquí constancia.

El primero se refiere al invento de la Prueba de Conocimientos y Destrezas Indispensables, un examen voluntario para los alumnos de 3º de ESO, sin validez académica, pero que quieren que se incluya en sus respectivos expedientes y con el que generan luego una clasificación de los Centros, que terminan publicando. Si un año vienen alumnos más aptos, el Centro sube. Si al año siguiente vienen menos aptos, el Centro baja.

Es como si no se fiaran de las calificaciones que ponen los profesores en el desarrollo normal del curso y tuvieran que diseñar una prueba mucho mejor, más objetiva y más reveladora de los conocimientos de los alumnos. Debe ser por eso que este año han propuesto en la parte de matemáticas el siguiente problema:

“Andrea abre un libro y observa que la suma de los números de
las dos páginas que tiene delante es 99. ¿Cuáles son esos números?”

Cualquiera puede comprobar que este es un problema perfecto para ver si un alumno es espabilado o no y mucho más idóneo que los que ponen en clase los profes habituales. Por lo demás, es sencillo de resolver. Si sumamos el número de la página x más el de la siguiente, que será x+1, tiene que salir 99. Por tanto, una página será la 49 y la otra la 50, que son los números que dice el enunciado que ve Andrea cuando abre su libro.

Pues si tomas cualquier libro, amigo lector, e intentas abrirlo de forma que, como Andrea, observes esas páginas, comprobarás que no, que es imposible. Cualquiera que tenga contacto frecuente con los libros sabe que, en uno abierto, las páginas de la izquierda son siempre pares, mientras que las de la derecha son impares. Bueno, cualquiera, menos los sesudos y desconocidos profesores de la Comunidad de Madrid que se prestan a elaborar estos magníficos exámenes, que no se fijan en esas cosas, quizás por una deficiente formación en lectura comprensiva, o por poco celo en el ejercicio de su misión o, no quiero ni pensarlo, por haber extendido su neoliberal lema de “Todo vale” al campo de la enseñanza. No deseo imaginar que hayan considerado que qué más da lo que vea Andrea, que lo importante es el fin -o sea, llegar a “49 y 50”- y que los medios o las circunstancias son lo de menos. Y no han pedido disculpas. Les da igual. No tienen sentido del ridículo. Toman a los ciudadanos por tontos sin darse cuenta de que son ellos los que hacen las tonterías. Si no fuera porque me dan temas para escribir estas notas, deberían dimitir.

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