Tal día como hoy de 1706 nació Émilie du Chatelet.
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El problema fundamental de la vida es un problema ético. ¿Cómo actuar hoy para crear un mundo más humano? ¿Cómo actuar de manera humana para crear un mundo mejor?
Siempre consideré al médico como una persona respetable, como un trabajador importante porque era depositario de un saber que no solo te podía curar una enfermedad, sino que te podía salvar la vida. De hecho, ambas situaciones las he vivido en mi propia existencia.
Sé que no todas las personas piensan así. Pronto empecé a oír casos de agresiones a médicos a manos de gente que se creía poseedora de toda la verdad y de toda la razón. Incluso conocí el caso de un paciente con un peso tan excesivo que le estaba dañando su salud, al que un médico, también grueso, le recomendó adelgazar. El paciente se lo tomó como una afrenta personal. Su orgullo no le permitió admitir que un médico grueso le mandara adelgazar y reaccionó insultándole y pegándole.
Creo que el maltrato a los médicos es un comportamiento propio de personas incultas, que aman poco a la humanidad, que no tienen clara la idea de respeto y que muestran poca consideración con el que sabe. De personas que deberían pasar por un nuevo proceso de educación, porque el que tuvieron no les produjo los efectos deseados. Hay que tener cuidado, como de hecho lo tienen los médicos, con estas personas.
Lo que ha contribuido a bajarme aún más la moral, lo que me ha indignado sobremanera y me ha hecho perder la esperanza en un mundo mejor es comprobar que personas de este estilo, incultas e indeseables, han llegado al gobierno de la Comunidad de Madrid y se han instalado allí para hacer fundamentalmente sus negocios con cualquier asunto y maltratar a médicos, a ciudadanos y a todo el que se interponga en sus planes sin el menor cargo de conciencia.
Hay médicos encerrados, en protesta por su situación, en la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Al parecer no les permiten ni que les lleven comida. Me parece un trato similar al que recibieron los ancianos de las residencias durante la Covid.
La situación exige una solidaridad que no puede acabar en las palabras.
Un símbolo es una realidad, normalmente física, cuya presencia nos remite a otra realidad, que puede ser de un orden distinto. Por ejemplo, una bandera es el símbolo de un Estado, de un club deportivo o de una hermandad de feligreses. O el color morado, que es el símbolo del movimiento feminista.
Tengo la impresión de que actualmente los símbolos están cobrando más importancia que aquello que simbolizan.
Por ejemplo, como símbolo de un Estado, una bandera representa a los ciudadanos, al territorio en el que viven y a las instituciones que existen en él. Lo que me parece es que hay personas que no se emocionan demasiado con los ciudadanos ni con las instituciones. Quizás algo más con el territorio, pero lo que les hace sentir de verdad “algo” es la bandera.
Con la Navidad ocurre algo parecido. Aquí los símbolos son las luces, el nacimiento o belén, el árbol, las comidas y cenas, las fiestas, papá Noel, los Reyes Magos y los regalos. Todos ellos nos remiten, desde el punto de vista religioso cristiano, al nacimiento de un niño que era dios y que vino a traer un mensaje. Pero ¿qué parece hoy más importante, el mensaje o las luces y los regalos, es decir, los símbolos?
Hubo un tiempo en el que el cristianismo le dotó de un carácter religioso a las fiestas paganas. Las Saturnales romanas, días de exceso y desenfreno, que habían sucedido a las fiestas de fin de año que se celebraban desde unos dos mil años a.C., fueron sustituidas por las celebraciones de la Navidad, también con fiestas, aunque de menor intensidad que las anteriores. Hoy posiblemente hayan vuelto a prevalecer las fiestas -los símbolos- por encima de lo que provoca esas fiestas -el mensaje.
Los símbolos se han hecho fuertes en la actualidad, pero se han quedado algo vacíos, desligados de lo que en un momento dado originó que surgiera el propio símbolo. Las banderas se han separado de la vida concreta de los ciudadanos y de las instituciones. Las luces se han apoderado de las ciudades y se han olvidado del mensaje de la Navidad, hasta en su diseño. Me parece un poco raro, un poco desasosegante todo esto, no porque no se tenga en cuenta el mensaje religioso, que me da igual, sino porque me parece que se ha perdido la costumbre de preguntarse el porqué, la causa de lo que ocurre.