Cualquier
persona que tenga la mente limpia y la sensibilidad despejada sabe
que la sociedad de hoy sigue siendo machista y que las mujeres son
explotadas e infravaloradas, por lo que tienen que defenderse y
conquistar los derechos que como personas poseen, pero que los
machistas, misóginos e interesados, les niegan.
Me
he pasado toda mi vida profesional intentando crear la conciencia,
entre mis alumnos y mis alumnas, de que todos somos iguales, que el
sexo no debe ser la excusa de ninguna discriminación social y que la
vida concreta de las personas debe estar fundamentada en esa igualdad
real. Toda desigualdad genera violencia, bien sea económica, social
o, simplemente, física. Por eso es tan importante que la idea de
igualdad esté presente en la mente de todas las personas y, lo que
es más importante, en sus vidas concretas. Huir de la igualdad es
alejarse de un ser propiamente humano, para acercarse a una
animalidad más o menos disfrazada.
Hoy,
que recordamos la lucha de las mujeres contra la violencia de género,
y que mostramos nuestra solidaridad con esta lucha, miro con
preocupación, con rabia y con desprecio a esas personas que no solo
no defienden a las mujeres, sino que atacan a quienes están a su
favor, destrozando lo que se había conseguido y dejándolas al
descubierto y a merced de la brutalidad de los machistas.
Me
pregunto: si no ven -o no quieren ver- la realidad de la violencia de
género y, además, hacen todo lo posible por que las mujeres no
puedan defenderse, ¿como se llama esa actitud? ¿cómo explicar ese
comportamiento tan alejado de lo que debería ser un mundo humano? Mi
respuesta no puede ser otra que la misoginia, el odio a las mujeres.
Nadie explota, persigue, infravalora ni maltrata a quien ama, sino a
quien odia. Un buen número de hombres machistas, secundado por una
colección de mujeres igualmente machistas, odian a las mujeres. El
odio, una vez más. Hay que saber descubrir pronto a quienes odian y
ponerse a salvo de ellos.
Buenas noches.