jueves, 8 de septiembre de 2011

Habla un profesor de la escuela concertada. Escúchalo, por favor.

Me llega este artículo esclarecedor, lleno de realismo, que quiero que quede en este blog y que, si quieres, lo leas. Dice asi:


Hola, soy profesor de un colegio concertado

Monjas, 1944


Xoia

Viendo uno de los comentarios al artículo “Hola, soy funcionario”, me vino este articulillo a la cabeza. Porque no todo va a ser opinar sobre los funcionarios, vaya falta de consideración hacia otros colectivos ¿no? Algunos también nos preocupamos de los no funcionarios… ¡faltaría más!
Este artículo no va dirigido a los profesores víctimas de la concertada, que haberlos haylos, profesores que sufren la enseñanza concertada en silencio, como en ese anuncio de Hemoal, profesores que desearían poder decir que la sutil tiranía de la iglesia “es como si encogiese”. En bastantes aspectos sufren el deterioro del sistema exactamente igual que nosotros, y no dejan de ser profesores y trabajadores, igual que nosotros. De hecho, si desapareciese la enseñanza concertada, muchos de ellos podrían tener plaza en la pública, pues saldrían más plazas en las oposiciones, y muchos, muchísimos, estarían más contentos en la pública. Así que, como personas, como profesores y como trabajadores, vaya todo mi respeto hacia la gente que trabaja en la concertada. Cada cual se busca las habichuelas como puede, y buenos y malos profesionales los hay en todos los sectores, públicos o privados…
Este artículo tan sólo va dirigido a todos aquellos que se alegran de que a los profesores funcionarios nos recorten el sueldo (y la dignidad, que es muchísimo peor) mientras los profesores de enseñanza concertada siguen cobrando del estado y no se ven afectados por las medidas de austeridad. Ahí va…

HOLA, SOY PROFESOR DE UN COLEGIO CONCERTADO

Hola, soy profesor de un colegio concertado. No soy religioso y en realidad estoy en total desacuerdo con muchas ideas de la iglesia católica, pero soy profesor de un colegio de monjitas y debo decirle a la madre superiora “amén, Jesús” una y otra vez para conservar mi puesto. No soy religioso, pero me trago mis principios y soy profesor en un colegio de monjitas. Soy profesor de un colegio concertado. Tenía una novia y me tuve que casar con ella por la iglesia, pese a que ella habría preferido no casarse o hacerlo por el juzgado. Pero soy profesor de un colegio concertado, no me critiquen, por favor, que no soy funcionario.
Hola, soy profesor de un colegio concertado. Antes no iba nunca a misa, pero ahora voy todas las semanas a la eucaristía del cole, y además ayudo a las monjitas en su preparación y comento el cura lo acertado de su edificante sermón al acabar. Antes nunca iba a misa, pero ahora soy profesor de un colegio concertado, las monjitas me han hecho ver lo equivocado que estaba cuando no iba a misa, no me critiquen, por favor, que no soy funcionario.
En mi colegio hay más o menos los mismos problemas de indisciplina -falta de respeto de los alumnos y los padres hacia mi labor, falta de nivel, etc- que en un instituto público, pero las monjitas, que son muy buenas y muy amables con los papás, se encargan de que eso no se sepa. Soy profesor de un colegio concertado, mi imagen y la imagen de mi colegio son muy importantes, por eso tengo que callarme muchas cosas y no puedo airear por ahí las faltas de respeto a las que me someten los alumnos o los padres, pues mi puesto se debe a ellos y las monjitas lo saben. Soy profesor de un colegio concertado, respétenme, que yo no soy funcionario, merezco más respeto que un funcionario.
Soy profesor de un colegio concertado. El nivel de los alumnos baja en picado a medida que pasan los cursos, pero no puedo exigirles todo lo que me gustaría. Las monjitas, que son unas señoras muy listas y muy amables, saben que los papás quieren que sus hijitos aprueben. Por ello me presionan en las sesiones de evaluación para que incremente el número de aprobados, y yo se lo agradezco, pues lo hacen suavemente, casi ni lo noto, y además lo hacen por mi bien. Las monjitas saben que si apruebo a muchos alumnos, los papás estarán contentos y yo tendré mi puesto asegurado. Así que, por favor, no me critiquen, que yo no soy funcionario, yo soy profesor de un colegio concertado.
Soy profesor de un colegio concertado. Todos los años voy de excursión con mis alumnos. A veces me gustaría decirle a las monjitas que no quiero ir, ya que mi labor es enseñar y no ejercer de animador sociocultural. Pero las monjitas, que son muy buenas, saben que las excursiones ponen contentos a los papás. Y me presionan para que vaya, y yo voy, porque las monjitas saben lo que es bueno para mí y hacen bien en presionarme. Además participo en todas las funciones del cole, colaboro en montar el belén y canto villancicos en navidad como el que más, porque eso pone a las monjitas contentas. Y las monjitas son buenas y me dan de comer, así que yo les estoy agradecido y canto los villancicos con mucho entusiasmo. Porque soy profesor de un colegio concertado, no me critiquen, por favor, que no soy funcionario.
Soy profesor de un colegio concertado. Me presento a las oposiciones una y otra vez, pero no consigo aprobarlas. Dicen que en la pública no hay monjitas, que allí puedo ser yo mismo y no tengo que fingir, que allí puedo tener independencia de criterio en mi vida personal y a nivel profesional. Por eso me presento todos los años a las oposiciones. Y las monjitas lo saben, pero no me lo reprochan, igual que yo tampoco les digo a ellas que me gustaría ser libre. Ellas me mantienen en el puesto y me dejan que oposite porque saben que no es tan fácil que yo llegue a irme del colegio, saben que aprobar una oposición es muy duro y necesitaría mucho tiempo para prepararla. Así que procuran mantenerme siempre ocupado y me sobrecargan con miles de tareas de todo tipo a las que yo nunca me niego. Sé que así nunca llegaré a ser funcionario, pero lo sigo intentando. Y ellas me lo siguen permitiendo, siempre que yo lo haga en secreto y no les diga a los papás que quiero ser funcionario. Las monjitas son buenas y me cuidan, saben que si me hiciese funcionario podría vivir de acuerdo con mis principios, en lugar de adecuar mis principios a como ellas me obligan a vivir. Y ellas me quieren, saben lo que es bueno para mí, por eso hacen todo lo posible para que yo no caiga en la senda del mal, para que no me haga funcionario. Por favor, respétenme, que soy profesor de un colegio concertado, yo sí merezco respeto, yo no soy funcionario.
Soy profesor de un colegio concertado. Cobro un poco menos que los profesores funcionarios y doy alguna hora más de clase. Pero eso cada vez importa menos, pues a los profesores funcionarios cada vez les ponen más horas de clase y de reuniones, así que ya casi estamos igual. Y la diferencia en el salario es mínima. Incluso puede que ahora estemos ya equiparados, pues a ellos les van a recortar la nómina y a mí no. Además los sindicatos mayoritarios me defienden. Ellos dicen que a igualdad de trabajo debería haber igualdad de sueldo. Por eso dicen que yo tengo que cobrar lo mismo que los funcionarios y luchan para la homologación salarial entre ambos tipos de profesores. Pero no luchan para que yo tenga que superar una oposición igual que los funcionarios si quiero ganar el mismo sueldo. Es curioso, porque con el recorte del salario de los funcionarios voy a conseguir aquello a lo que siempre he aspirado: ganar lo mismo que los funcionarios. Lo que pasa es que la homologación es a la baja. Pero no importa, porque los políticos me defienden y me dan prestigio y se van a encargar de que con el tiempo yo gane más dinero que los funcionarios. Porque es justo que les quiten el dinero a ellos y me lo den a mí, ya lo verán, tarde o temprano lo conseguiré. Pero no me critiquen, yo no soy funcionario, yo sí merezco respeto.
Soy profesor de un colegio concertado. Los profesores funcionarios deben demostrar que se ganan el puesto según los principios de igualdad, mérito y capacidad. Yo no he tenido que hacer eso. Los funcionarios son tontos. Yo soy más listo que ellos porque conocía a una monjita y ella me dio el puesto. Así que no he tenido que competir por el puesto y demostrar mis conocimientos en una prueba objetiva, simplemente he tenido que hablar con la monjita y prometerle que voy a hacerle mucho la pelota. Y la monjita me ha dado el puesto y yo se lo agradezco, pues ella me cuida y sabe lo que es bueno para mí. Pero no me critiquen, por favor, que yo no soy funcionario, yo sí merezco respeto, los malos son los funcionarios.
Soy profesor de un colegio concertado. Los profesores funcionarios tienen la plaza fija y cobran del estado, pero se lo han ganado tras unas duras pruebas de selección. Yo también tengo la plaza fija, la única condición que tengo que cumplir para ello es sonreírle mucho a las monjitas, hacer lo que ellas me dicen en todo momento y mostrar una buena imagen para que los papás estén contentos conmigo. Y si tengo que aprobar a los alumnos que no saben, yo lo hago feliz, porque sé que así tengo el puesto fijo. Y además yo cobro del estado, igual que los funcionarios, pero eso no importa, pues los papás tienen “derecho a elegir” y saben que yo doy una buena imagen y que en el cole de las monjitas todo es muy bonito y muy precioso y todos somos muy felices. Mi conciencia me dice que no es ético desviar dinero público para financiar un negocio privado como es el colegio de las monjitas. Pero el “derecho a elegir” de los padres es más importante que mi conciencia. Además las monjitas son muy buenas y han admitido a un par de niños inmigrantes, pero lo hacen como obra de caridad, porque son muy buenas, y porque así justificamos ese desvío de fondos que en realidad sabemos que es inmoral. Y los papás lo entienden y no les importa, y seguirán mandando a sus hijitos aquí, porque les gusta que haya un par de inmigrantes que pongan colorido racial al centro, pero que no molesten mucho. Además así los papás se sienten buenos cristianos y limpian su conciencia burguesa. No es como en los institutos públicos, donde hay más niños inmigrantes y varios gitanos, eso no les gustaría a los papás, aunque los papás no son racistas. Y como los papás no son racistas, aquí tenemos dos alumnos inmigrantes, pero sólo dos, que así se integran mejor, y todos somos felices viendo su integración y todos los queremos mucho porque así los demás saben que somos solidarios y buenos cristianos. No me critiquen, que yo no soy funcionario, yo sí soy un buen profesor, yo soy profesor de un colegio concertado.
Soy profesor de un colegio concertado. Los profesores funcionarios pasan normalmente mucho tiempo de interinos, sin plaza fija y sin saber lo que les depara el futuro, antes de ser funcionarios. Y después de ser funcionarios también se pasan muchos años cambiando de centro cada poco mientras están en expectativa de destino. Y cuando les dan el destino definitivo ya son bastante mayores y ya tienen familia, hipoteca y todas esas cosas y se tienen que ir lejos, y dejarlo todo, pues la ley les obliga a trabajar en el destino definitivo que les toque, que muchas veces es muy lejos de su casa. Y a veces se pasan varios años fuera hasta poder volver, y sólo ven a sus parejas y a sus hijos en vacaciones y en los puentes. Pero yo soy profesor de un colegio concertado. Yo siempre estoy en el mismo colegio, las monjitas me tienen mucho cariño y no me desplazan. Los funcionarios son tontos por servir a la sociedad. Yo prefiero servir a las monjitas. Ellas son buenas y me mantienen siempre cerca de mi casa. Y lo único que me piden a cambio es que sea un buen cristiano y que dé buena imagen. Y yo cumplo con ello, porque las monjitas me quieren mucho y yo a ellas también. Pero no me critiquen, por favor, que yo no soy funcionario, yo sí merezco respeto, yo no vivo fiel a mis principios, pero soy profesor de un colegio concertado, y por eso merezco más respeto que un funcionario.
Soy profesor de un colegio concertado. En Finlandia la enseñanza es totalmente pública y gratuita, salvo un reducidísimo número de colegios privados (no concertados) a los que van algunas personas que son una ínfima minoría. Y la enseñanza pública, gratuita, y donde trabajan profesores similares a los que aquí llamamos con desprecio “funcionarios” es allí muy prestigiosa y obtiene buenos resultados. Pero aquí nos dicen que no es así, que la enseñanza privada siempre es mejor que la pública, porque en España en el fondo hay mucho elitismo aunque no nos atrevamos a decirlo, que queda feo decir esas cosas. Los políticos y la sociedad dicen que sólo es buena la enseñanza privada. Y los papás quieren por eso mandar a sus hijos a un colegio privado. Pero además los papás exigen que ese lujo se lo paguemos todos los españoles con nuestros impuestos, pues ellos tienen “derecho a elegir”. Por eso es tan importante que los funcionarios se queden sin dinero y me lo den a mí, porque la enseñanza privada no es mejor que la pública, pero los papás la prefieren para que sus hijitos tengan mejores oportunidades que los de los demás, para que ya de pequeñitos se relacionen con “gente bien” y empiecen a escalar un poquito en la sociedad. Además a muchos papás no les interesa realmente que sus hijitos aprendan, sólo les interesa que obtengan el título y que hagan “buenas amistades”. Y tienen razón, porque en España muchas veces los que llegan más lejos no son los más inteligentes, ni los más preparados, sino los que tienen más “contactos” o los que tienen más cara dura, como muchos políticos, que sí llegan lejos y ganan mucho dinero aunque sean unos ignorantes de impresión. Y en un colegio privado los papás se creen con derecho a exigirme cosas porque saben que es como si fuesen mis clientes, y el cliente siempre manda, y si hace falta compran el título, y yo lo sé, sé que ellos son mis clientes, y por ello procuro vender ese título barato, pero sin que se note, para que los papás estén contentos y crean que sus hijitos son muy listos. Los papás saben que si sus hijitos no aprueban, se los pueden llevar a otro colegio privado concertado, así que yo sé que les debo mi puesto, y yo se lo agradezco, igual que a las monjitas, y también hago lo posible para que los papás estén contentos y sus hijitos obtengan el título, aunque muchas veces se hayan esforzado mucho menos que un alumno de la pública para obtenerlo. Y los papás saben que en la pública se puede alcanzar un buen nivel, pero sólo si el alumno se esfuerza, y ellos saben que lo importante en España no es ser inteligente, estudioso o trabajador, saben que lo importante es tener “buenas influencias”. Por eso a mí el estado me da dinero y a los funcionarios se lo quita, porque el funcionario demostró en su momento ser inteligente, estudioso y trabajador, mientras que yo lo único que tuve que demostrar es que conozco a las monjitas y que he sabido buscarme “buenas influencias”, y eso es lo que importa.
Así que respétenme, por favor, que yo no soy funcionario, yo sí merezco respeto, pero los funcionarios no, ellos estudiaron y yo conocí a una monjita, yo soy profesor de un colegio concertado, yo soy buen profesional y los funcionarios no.



Françoise Hardy

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Ciegos que ven, pero no quieren





Me contaron en cierta ocasión la historia de Andrés, un castellano terco y precavido que perdió la visión de uno de sus ojos en un desafortunado accidente en el campo. En cuanto se repuso de las heridas, se imaginó el futuro haciendo uso del criterio con el que había sido educado desde su tierna infancia y con el que había vivido toda su vida: el miedo. Si ya había perdido un ojo, pensó, lo trágico sería perder el otro, así que habría que evitar por todos los medios esa posibilidad. El peligro podría venir por dos caminos, el de una nueva pérdida y el del desgaste por el uso. Pronto descubrió, entre las escasas pertenencias de que disponía, lo que entendió como el remedio perfecto. Tomó unas gafas y, en lugar del cristal que se situaba frente al ojo sano, instaló la suela del tacón de unos zapatos viejos que ya no le servían. Le hizo al trozo de goma dos pequeños agujeros en la parte recta y mediante unas finas cuerdecitas la ató al borde superior de la montura. Ningún elemento punzante o hiriente podría atravesar esa barrera sólida. Y, por otra parte, la visión por ese ojo se limitaría a aquellas ocasiones en las que mereciera realmente la pena levantarse el tacón y usar el ojo para ver el mundo.

Hoy hay bastantes ciegos que, al igual que Andrés, podrían ver si quisieran, pero no quieren. La diferencia está únicamente en que estos ciegos de hoy no necesitan siquiera ponerse en el ojo la suela de un tacón.

Kraftwerk

martes, 6 de septiembre de 2011

¿Qué querrá decir Esperanza Aguirre?




¿Por qué se empañará Esperanza Aguirre en decir y en escribir que los profesores “tienen que completar su horario hasta las veinte horas semanales”? El problema sangrante es que no habla de “horario lectivo”, es decir, de las horas de clase, sino de “horario”. Cualquier persona no versada en estos temas, como, por ejemplo, Ana Botella, podría hacerse la idea de que un profesor de un Instituto trabaja sólo veinte horas a la semana y que después se dedica a vivir la vida plácidamente. La Sra. Aguirre, con sus lamentables intervenciones, está ayudando a que la figura del profesor quede peor parada aún de lo que lo está actualmente en la sociedad. ¿Por qué lo hará?

Cualquiera sabe por qué hace y dice estos disparates. Hay mentes tan simples que, paradójicamente, son difíciles de indagar. Es posible que la ignorancia con la que aborda tantos temas le haga desbarrar también en éste, a pesar de ser la responsable última de las decisiones que se toman en el Gobierno de la Comunidad. Cabe pensar, quizás, en la hipótesis de que voluntaria e intencionadamente quiera desprestigiar a los profesores y, de paso, a la enseñanza pública. Esto estaría de acuerdo con sus objetivos privatizadores. Y cabe, también, la posibilidad de que lo que esté haciendo sea comparar la situación de la enseñanza pública con la de la privada, que puede que sea la que más conozca por voz de los empresarios del ramo. En esta última, los profesores, que no han sido obligados a sacar ninguna oposición, suelen dar bastantes más horas de clase, imparten las asignaturas que han estudiado en la carrera o las que haga falta para la buena marcha del negocio educativo, las dominen o no, y su vida laboral está sujeta férreamente a lo que le digan los jefes en el Centro, sabiendo que si no cumplen sus consignas o sus condiciones, hay muchos esperando para sustituirlos. Ante este tipo de explotación, que es la que defiende la Sra. Aguirre con sus deseos privatizadores, ¿no le parecerá que los profesores de la enseñanza pública son unos privilegiados teniendo unas jornadas de trabajo más racionales, que les permiten preparar las clases, reunirse, corregir bien los ejercicios y hacer actividades de otro tipo para lograr una mayor calidad de la enseñanza? ¿No será que a la Sra. Aguirre la educación y la calidad de la educación le traen al fresco y que lo que quiere no es más que sacarle rentabilidad económica a cualquier puesto de trabajo, sea como sea? No nos engañemos. A un neoliberal la calidad, aunque sea de la educación, le importa un pimiento. Lo que quiere es que todo aporte algún beneficio monetario ¿Será esto lo que quiere decir la Sra. Aguirre, en nombre de sus correligionarios negociantes?

He aquí el hombre: Mariano Rajoy


En una página muy buena que se titula Los genoveses, hemos encontrado una biografía indispensable para cualquiera que quiera vivir en España sabiendo quién es quién. Léela aquí y medítala, que lo merece.

Ha muerto Salvatore Licitra

Era considerado por algunos como el sucesor de Luciano Pavarotti. Tenía una voz fina y potente y la empleaba muy bien. La vida se empeña en recordarnos que es cruel y exigente.


Como hacer pis en la proa





Salimos de casa. El vecino estaba pintando una banqueta en su balcón, pero casi la mitad del mueble estaba en el aire, fuera de la barandilla, como jugando a ver si iba a parar a la calle o se quedaba allí dentro. Uf. Nos montamos en el coche. Circulamos dos o tres minutos cuando en una calle relativamente estrecha, aunque de dos direcciones y con coches aparcados a ambos lados, nos encontramos con una furgoneta aparcada de cualquier manera. Tres individuos, dos de ellos, con ropas que ponían “Samur Mental”, charlaban amistosamente no en la acera, sino en plena calzada, obligando a los coches a hacer una maniobra para no atropellarlos. Uf. Cruzamos un túnel, de unos quince o veinte metros de largo y de dirección única, en el que, por falta de iluminación y por el contraste con el fuerte sol que había fuera, no se veía nada. Afortunadamente logramos divisar allí dentro a un individuo montado en una bicicleta, pero sin ninguna luz que la hiciera visible, que venía en dirección contraria con una naturalidad y una calma exasperantes. Uf. Llegamos a unos grandes almacenes. Entramos en el aparcamiento subterráneo y nos encontramos con que los automóviles circulan lentamente porque hay un coche de la empresa de seguridad que circula en dirección contraria, sorteando todo lo que se encuentra, sin que parezca que ninguna urgencia le justifica tal comportamiento. Uf, uf y uf.

No han pasado ni diez minutos desde que salimos de casa, pero el espectáculo no ha podido ser más preocupante. Descarto cualquier interpretación moral de estos episodios. No creo que  esta gente haga estas barbaridades simplemente porque les dé la gana, como si fueran neoliberales militantes. Me inclino más por una explicación funcional. Hay unas carencias en el uso de las neuronas de mucha gente que está llegando a niveles alarmantes. Con estas cabezas almidonadas o huecas o mal educadas, cualquier fascista despabilado es capaz de dar un par de gritos y hacer tres promesas descabelladas, para lograr montar una jugada de muchísimo cuidado. Hay que defender la democracia con uñas y dientes, y los referéndums sobre asuntos importantes deben hacerse, pero aquí lo que hay que hacer urgentemente es luchar por una educación seria que despierte a toda esta gente y que los ponga en situación de convertirse en seres humanos, porque si no, todo lo que se proponga y se construya será como hacer pis en la proa.

Cómo va a quedar la educación

Tomo del blog de mi amiga P. el siguiente interesantísimo vídeo.



Mohini Geisweiller